Capítulo 17

31.2K 1.7K 472
                                    

Melanie

Cameron es una persona elocuente, como acreditan todos los títulos que vi en su despacho en la mansión, conoce de cultura, fundación e incluso es capaz de hacer bromas.

—¿Sabías que desde aquí se puede ver el río Hudson? —pregunta.

—Sí, solo que hay que subir a uno de los rascacielos.

Termino mi bandeja, él la suya, llegó último y lo hizo primero, Drogo y él están cortados por la misma tijera con esos estómagos.

—Si quieres puedo mostrártelo —ofrece.

Tengo el estómago tan lleno que me cuesta moverme. Así que dejo caer la espalda en la silla, estiro los pies de manera nada educada.

—¿Cómo harías eso?

Cameron no es que esté mejor que yo, estamos casi iguales.

—Fácil, ven, acompáñame.

Trae seguridad, sin embargo, ninguno invade el espacio personal. Sin tener energías para pelear, además de que hicimos una tregua, Cameron toma mi bandeja, la suya, vota la basura, ubicando los recipientes donde corresponde, vuelve por el regalo que ha comprado para mí y sin evitar ser posesivo, enreda sus dedos con los míos.

—Oye...—protesto. Al ser tan alto sus pasos son largos, también me cuesta seguirlo.

—Hay cosas que no puedo evitar, los hombres de allá te están devorando desde antes de que yo llegara. Odio que miren lo que es mío y tú, eres mía —aclara.

—Eres un tóxico y no me gustan los tóxicos —refunfuño.

—No he dicho que no lo sea —admite con descaro.

Lo fulmino siguiéndole el paso, por más que retuerzo la mano no la deja, es fuerte, su agarre tan imponente como él.

Unos cien metros después de caminar, se detiene en el edificio más lujoso de todo el central Park, el recibidor grita exclusividad, es costoso, en las baldosas siquiera de la entrada se puede ver nuestro propio reflejo de lo pulcro y limpio que está.

—¿Cómo vamos a entrar aquí? —indago.

Cameron curva los labios con suficiencia.

Se ve malditamente atrayente. Aparto ese pensamiento.

—Para el dueño no hay restricciones —contesta altivo.

Se me descuenta la mandíbula. Cristo. Miro el alto edificio que casi se pierde en las nubes, quedo con los pies centrados en la entrada.

—¿Estás hablando en serio?

—Afirmativo.

Mantengo la boca abierta como un pez fuera del agua. Un edificio de esto vale más que todos los órganos del cuerpo humano.

—Se me olvidó que eres asquerosamente millonario —murmuro absorta.

—Billonario —corrige —. Somos billonarios.

Tira de mi mano, las puertas eléctricas se abren al detectar movimiento, todos se giran saludando a un Cameron que no le responde a nadie.

Bienvenido, señor Danielson. Buenas tardes, señor Danielson. Él continúa callado.

—Te están saludando —gruño entre dientes —. Mal educado, al menos diles algo.

Introduce una clave, el ascensor se abre, luego ingresamos con el equipo siendo una muralla enorme.

Suelto su agarre de mí.

—Yo les pago para trabajar, no para que me saluden —simplifica, le doy mi mirada de muerte.

Casada a mi corta edad © [Danielson 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora