Capítulo 37

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Cameron

Cuando mi cerebro entra en razón, de que no es normal que yo esté durmiendo a esta altura del amanecer, lo sé, tengo una rutina y ya a las seis si o si debo estar de pie.

Lo primero que noto es el dolor de cabeza intenso que me recorre las sienes hasta la nariz.

Anoche...¿Qué pasó anoche? Solo recuerdo la breve disputa con Mel, luego haciendo aquello que sabemos y no lleva ropa, después nada, ni sueño.

Me muevo entre el colchón y la cama, solo estoy cubierto de la cintura para abajo. Busco y busco, pero no la encuentro, con los ojos cerrados aún, lanzo uno de mis brazos sobre su lado percatándome de que el espacio está lo bastante frío, debió de haberse despertado ya, los malestares suelen atacar muy temprano.

Pestañeo, extrañado, mientras me adapto a la luz, siempre estoy pendiente de ella, de sus estados y cada mañana le socorro cuando se planta en el retrete a botar todo lo que tiene en el estómago.

Respiro hondo yendo al baño donde realizo las necesidades fisiológicas y me baño. Tengo mil problemas encima, apenas logro mantener el caos de que no se me venga encima todo el legado de los Danielson.

No sé una mierda de dónde se metió la demente que no me supera, el asunto de la niña es más turbio, según los informes, hace meses que no saben nada de ellos.

Según el rastro que llevan, su padre es Ben Schmidt, hijo de puta que conozco y me he sorprende que se preste para un juego tan sucio, mantengo la vaga esperanza que en realidad sea el padre, él y Allison si se merecen, a parte, de que es tan orgulloso, dudo que acepte criar a una hija que sea mía o de cualquiera.

Salgo de la ducha, Melanie no está por ninguno de estos lados y para ser unas horas avanzada, la casa de los Walker está en demasiado silencio. Manejar los negocios de mi suegro no es tan complicado, siguen su ritmo normal, así que, en ese ámbito voy con menos cargas. Miro a mi mesita de noche y tomo entre mis manos el reloj, con una pego los labios a la jarra de agua, parezco como si hacía años estuviera sediento.

Nueve de la mañana, maldita sea, ¿Qué mierda pasó para que no me enterara ni de mi existencia?

Todo es llevadero entre Mel y yo, lo dije y lo sostengo, no permitiré que Allison arruine mi vida, mi matrimonio, mucho menos ahora que nuestro vínculo se fortaleció.

Y por cruel que se escuche, no quiero un resultado positivo sobre esa niña, sería siempre una disputa con Melanie, Allison le ha hecho demasiado daño.

Con energía bajo las escaleras y un rico olor de comida se cuela por mi nariz, Amalia no es Christine, pero sin duda cocina muy bien. Melanie sufre con malestares, mientras yo suelo comer demasiado.

Al adentrarme en la estancia del comedor no vislumbro a Mel, tampoco a Richard, han de estar en la terraza y con Drogo que aparece, busco el lugar encontrándolo vacío.

—Buen día —saludo a la nana de Melanie que frunce el ceño cuando me ve.

—Buen día —responde —. Pasen, tienen la mesa dispuesta.

—¿Dónde está Mel? —pregunto, el corazón me late muy rápido en el tórax.

—¿Contigo? —responde.

Sacudí la cabeza, nervioso regreso a la planta baja dónde está la habitación de Richard.

Abro, hallando el mismo panorama de habitación vacía y colchón frío.

Drogo se desespera ladrando, poniéndome peor.

Salgo a pasos agigantados marcando su número, la llamada no entra mandándome al buzón, repito el proceso dos veces más antes de llamar a Richard obteniendo el mismo resultado.

Casada a mi corta edad © [Danielson 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora