Capítulo 30

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Melanie

El cuenco de frutas resbala de mis manos cayendo a mis pies donde se deshace en añicos, no sé si he tragado lo que masticaba, si me corté algo por andar en sandalias.

Vuelvo a nueve años atrás, todo iba bien, estaba en el asiento trasero peinando a una de mis muñecas, veníamos antes que papá del trabajo, estuve por ahí dando carpeta y cantaba de fondo un repertorio de canciones infantiles que nunca más volví a escuchar.

Todavía me acuerdo del sonido de su voz al entonar y llenarme de elogios, éramos tan felices, planearíamos una sorpresa para papá, claro que se la dimos, fue una tan inolvidable que jamás se borró tan solo un instante es nuestra vida y dolió, un semáforo en verde para nosotras, otra calle libre, pero en rojo y un camión de esos enorme embistiendo el lado del conductor donde iba mi mamá.

La perdí con solo ocho años, yo estaba tras el asiento del copiloto, presencié todo y por más psicólogos nunca voy a olvidar la imagen desgarradora de mi madre, cubierta de sangre y unos ojos sin vida.

Ahora, ¿Estoy viviendo lo mismo otra vez? ¿Va a pasar igual? ¿O ya pasó?

—Melanie, cariño.

Son voces lejanas.

Balearon a mi papá, ¿Lo mataron? ¿Ya se murió? ¿Me quedé huérfana por completo?

Algo corta la superficie de mis rodillas, un pinchazo para que levante la cabeza y mire al frente donde tengo a demasiadas personas a mi alrededor y Drogo, el tira del elástico de la camiseta de deporte hasta desgarrarla, es al único que puedo ver, es como si los otros fueran dispersos.

Tiene sus ojos sobre mi, creo que es cierto de que los perros sienten el dolor de quienes los cuidan, están desesperado por sacarme de aquí, para que...no lo entiendo hasta que con el hocico golpetea mis rodillas.

He caído sobre ellas, estoy sangrando, los escombros bajo mi piel me están haciendo daño.

Dos personas más fuertes que las mujeres logran levantarme hasta sentarme en uno de los inmuebles donde revisan mis heridas.

Tres impactos de bala, mi padre tiene casi cincuenta años, la resistencia de alguien de veinte ya no la tiene. ¿Las arterias? No se que más pensar y si tiene una hemorragia, ¿Qué estoy haciendo aquí? Mi papá me necesita.

Coche, impacto, balas, sangre, ambulancias, médicos, todo negro y un ferretero que debes ver descender hasta perderse en siete metros bajo tierra.

¿Qué pasa en los próximos minutos? No lo sé con certeza. Le estoy gritando a algunas personas, estoy en la entrada de la casa, quiero salir.

Su perfume llega a mi olfato antes de que me abrace.

—Yo te voy a llevar —informa.

Apoyo la cabeza sobre su pecho, sin decir una palabra. Era de esperarse que me tomara en brazos con intenciones de llevarme dentro y así curar mis rodillas.

—Papá —pronuncio por primera vez, sacudiendo la cabeza, en una súplica.

Es la primera vez que hace lo que le pido sin articular alguna cosa. Nos conduce a un vehículo que se pone en marcha por las calles después de que le pasen algunas cosas.

Casada a mi corta edad © [Danielson 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora