Mateo

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Mateo es un niño de 7 años que amanecio con fiebre. No quiso decírselo a sus padre, porqué sabia que lo iban a querer llevar al pediatra y él no queria eso, le tenia mucho miedo a las inyecciones y a los medicos. Se levantó de la cama para ir a desayunar para después irse al colegio. Cuando llego al desayunado su padre notó algo extraño en su hijo.

—¿Hijo estás bien?—preguntó preocupado.

—Si papá, estoy bien—respondio apurado.

Comio los respectivos alimentos y después se fue a lavar los dientes. La fiebre iba en aumento y no quería que sus padres se dieran cuenta de que estaba enfermo. Su madre ya se habia ido a trabajar, por lo que su papá lo llevaría al colegio. Al ver que su hijo estaba tardando fue a buscarlo a su cuarto. Al cual lo encontró acostado en la cama hecho bolita.

—Hijo ¿que tienes? —se alarmó al verlo en ese estado. Se le acerco—tienes fiebre Mateo, porqué no me lo dijiste—lo regaño un poco—llamaré a la escuela, para decir que estas enfermo y después vamos al pediatra.

—No papá—dijo llorando—no quiero ir—se tiro a sus brazos.

—Hijo, yo se que te da miedo, pero estas enfermo y necesito saber que es lo que tienes y que te cures.

Mateo no dejaba de llorar en los brazos de su papá. El llamó a la escuela y después a su esposa, quien se quedó preocupada por su hijo. Su esposo le dijo que lo llevaría al pediatra y que después le informaría. Llevarlo al pediatra sería un gran reto para él y su paciencia estaria a prueba.

—Papi por favor no me lleves—le decia.

—Campeón tenemos que ir—le sobaba la espalda para tratar de tranquilizarlo, pero no sutia efecto. Se subió al carro con él lo que aumentó más su llanto. Quiso dejarlo en el asiento trasero, pero fue imposible—hijo no puedo manejar contigo abrazado, por favor quedate aquí—se lo dijo dulcemente.

Mateo lloraba cada vez más, pero se quedó en el asiento. Su papá condujo hasta el hospital, en el camino Mateo se calmo un poco, pero al llegar volvio a llorar.

—Ven hijo—lo tomó en brazos.

—Papi por favor, no quiero estar aqui—su cabeza estaba en su cuello.

Mario tenia el corazón hecho pasita, de ver a su hijo llorar asi, pero su instinto de padre amoroso sabia que era por el bien de su hijo.

—Tranquilo campeón, todo va a estar bien.

Llego a la recepción y lo anotó. A los 5 minutos los llamaron. Mateo tenia mucho miedo. Entraron al consultorio.

—Hola doctor, soy Mario y el es mi hijo Mateo, tiene fiebre.

El doctor al ver a Mateo cómo estaba, le dijo que se sentará en la silla. Llenaron una ficha con su nombre.

—Mateo—dijo dulcemente—me dejas revisarte campeón.

Mateo no respondió.

—Hijo, el doctor te habla, no seas grosero—Mario no queria regañarlo, pero tampoco iba a permitir que Mateo fuera grosero.

—Papi tengo miedo—dijo de nuevo llorando.

—Mateo—dijo el doctor—entiendo que tengas miedo, pero si no me dejas revisarte cómo voy a saber que tienes,  te prometo que solo sera un momentito rápido.

Mateo dijo que si con su cabeza. El doctor se le acercó con su estetoscopio. Por primera vez Mateo lo vio.  El doctor lo reviso en brazos de su padre y descubrio que tenía un poco roja la garganta, que se estaba empezando a desarollar una infección.

—Tiene principios de amigdalitis, pero como se le descrubrio a tiempo, no es grave. Aunque me temo que va a tener que recibir 2 inyecciones, una para la fiebre y otra para la infección y lo demás lo trataremos con jarabes y pastillas.

Mateo al escucharlo se puso a llorar amargamente.

—Papi, por favor—dijo suplicante.

—Doctor, será posible que solo lo pueda tratar con medicamento tomado—Mario no queria ver a su hijo mal, pero también sabia de donde venia su miedo a las agujas y lo que menos queria para su hijo pequeño era que quedara traumado.

—No Mario—dijo el doctor—la amigdalitis es algo serio y si no se trata puede traer consecuencias graves y después hasta puede terminar en un operación.

—Esta bien doctor.

Mario no tuvo de otra, quería el bienestar de su hijo a toda costa. El doctor fue a la farmacia por las inyecciones.

—Papi, me va a dolor mucho.

—No mi amor, yo estoy aquí.

El doctor llegó. Preparo todo.

—Acuestalo en la camilla—dijo.

—No papá—Mateo no soltaba a Mario.

—Hijo será rápido—Mario lo trataba de acostar, pero era imposible.

—Abrazalo tú mejor—dijo el doctor.

Mario bajo el pantalón y el boxer de Mateo a lo cual él lloraba descontrolado. Mario le decia que todo estaría bien. El doctor paso el algodon con alcohol por la nalguita derecha de Mateo y él se tenso.

—No te pongas duro, solo será un pequeño piquetito y terminamos, será rápido.

Mateo no paraba de decir que le iba a doler, Mario le agarro con fuerza las piernitas para que no se moviera. El doctor le apretó un poquito el gluteo para que no sintiera dolor y lo inyecto. Mateo dio un salto al tiempo de un grito.

—Papi, ya por favor—decia una y otra vez.

—Ya va a terminar mi amor, falta poquito si—Mario queria salir de ahi con su hijo, pero sabia que él necesitaba el medicamento.

—Mateo ya falta poquito—dijo el doctor.

Le paso el algodon por la otra nalguita  y lo inyecto.

—Papi, dule, me duele—el liquido era espeso y por eso dolia.

Después de introducir el liquido el doctor saco la aguja y le puso el algodon.  Mario le puso la ropa de nuevo a su hijo. El doctor hizo la receta y se despieron.

—Gracias doctor—dijo Mario.

—Por nada respondió.

Mateo se quedó dormido de camino a su casa. Mario le llamo a su esposa para decirle lo que había pasado. Ella se sentía mal de no estar con su hijo en esos momentos. Cuando llegara a su casa le llevaria un regalo a su pequeño.

Miedo a las Agujas E InyeccionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora