María Laura y María Luisa

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Eran dos pequeñas hermanas gemelas de 4 años que tenían que recibir la vacuna DPT que protege contra la difteria, tos ferina y tétanos. Ángel su padre era médico, pero que al ser sus hijas tan pequeñas prefería hacer el papel de padre, que para él era su rol más importante, antes que del de médico. Cuando reviso las cartillas de vacunación. Supo que sería realmente difícil llevar a sus hijas a que recibieran la vacuna. Ellas les tenían gran miedo a las agujas. Lo que le quedaba de tiempo para irse a su casa estuvo pensando en cómo le daría la noticia a sus pequeñas princesas, como él las llamaba. Al llegar a su casa y sabiendo que la vacuna no era nada del otro mundo estaba muy tranquilo.

—Mis princesas—dijo emocionado.

—Papá—gritaron las dos corriendo hacia él.

Las dos lo abrazaron fuertemente. Él las cargo, les dio un beso en la mejilla a cada una y se metió a la casa.

—Buenos días señora Florita—dijo él saludándole.

—Buenos días señor—saludo—la comida ya casi esta lista.

—Muy bien, muchas gracias.

—Ahorita le hablo señor.

Ángel se fue con sus hijas para que empezar su tarea. Siempre les ayudaba con todo. Era padre soltero. Florita quince minutos después les aviso que la comida ya estaba lista y la mesa ya estaba servida. Comieron tranquilamente. Ángel y sus hijas volvieron a hacer la tarea, como no era mucha la terminaron rápido. Ángel aprovecho para darles la noticia a sus hijas.

—Princesas—dijo tranquila y sonriente—les tengo que decir algo.

— ¿Qué pasa papá? —pregunto Laura.

—¿Es malo? —pregunto Luisa.

—No mis princesas—le tomo la mejilla derecha a Laura y la izquierda a Luisa—ya cumplieron 4 años y tiene que recibir una vacuna, para que estén bien protegidas contra las enfermedades—explico.

—Pero papá—dijo Laura.

—Mi amor es necesario—sonrió.

Luisa no dijo nada, aunque estaba temerosa. Laura era la más traviesa y rebelde. Ángel sabia que con ella era con la que más iba a batallar para que se dejara vacunar. Él y sus hijas se fueron al hospital. Luisa estaba muy callada y Ángel se empezó a preocupar un poco por ella. Laura iba cantando. Las dos pequeñas estaban tranquilas, pero Ángel sabia que eso no duraría mucho tiempo. Dado que el hospital estaba cerca de su casa, no tardaron mucho en llegar.

—Vamos princesas—dijo sonriendo.

Las tomo a las dos de la mano. Noto que Luisa se detuvo.

— ¿Qué pasa mi amor? —se detuvo y se agacho para estar a su altura.

—Papi—dijo casi llorando—tengo miedo—hablaba bajito.

—Yo lo sé mi amor, pero es necesario que hagamos esto—hablo con voz tranquila—tú y tu hermanita tienen que estar protegidas contra las feas enfermedades.

— ¿Nos vas a inyectar tú? —pregunto Luisa.

—No mi amor, primero que doctor soy su papá.

— ¿Nos vas a abrazar?

—Claro mi princesa.

Le beso la frente y también a Laura. Se paro y volvió a tomar las manos de sus hijas y caminaron hacia donde vacunaban. Al llegar tuvieron que esperar un poco, ya que había varios niños esperando su turno. Laura estaba jugando con otros niños. Luisa estaba aferrada a su mano izquierda. A los quince minutos era su turno de pasar. Luisa empezó a llorar. Ángel la tomo en brazos, ella escondió su cabeza en su cuello. Lloraba bajito, pero que se hizo más fuerte al entrar al consultorio.

—Hola pequeñas—saludo alegre.

—Hola—dijo Laura.

Luisa no contesto. Ángel lo saludo. Fernando era un excelente enfermero.

— ¿Por quién empiezo?

—Papi no—dijo Luisa.

Ángel le hizo señas de que empezara con Luisa. El enfermero saco la jeringa de su envoltorio, después inserto la aguja con el botecito y succiono un poco de líquido. Ángel se dio cuenta de que Fernando ya había terminado.

—Princesa—dijo—tu primero—se sentó en la camilla con ella.

—No papi—decía una y otra vez.

Fernando la sentó en sus piernas. Ella puso su carita en el pecho de su papá. La vacuna era en su bracito izquierdo y para no ver volteo su cara al lado contrario. Fernando rompió un paquetito donde un pedacito de algodón con alcohol. Ángel paso tomo la cabeza de su hija con mano derecha para que no volteara y la izquierda la paso alrededor del cuerpo de su hija. Laura estaba muy atenta a todo lo que estaba pasando. Fernando paso el algodón por su bracito y ella empezó a llorar más fuerte.

—No te muevas si pequeña—pidió Fernando.

—Papi ¿duele?

—Es un piquetito mi amor, duele muy poquito.

Ella no contesto, pero hizo caso, a lo que Fernando le pidió. Fernando destapo la jeringa. Después apretó el bracito de Luisa y metió con mucho cuidado la aguja. Ella al sentir el piquetito dio un grito de dolor y su llanto aumento. Fernando no tardo mucho en introducir el liquido y saco la aguja, le puso un momento el algodón, rápido se lo quito y le puso una bandita.

—Mi amor—le dijo a Luisa—siéntate aquí, para abrazar a tu hermanita, si—la dejo sentada en una silla—Ven mi amor—le pidió a Laura.

—Papi—dijo con pesar.

—No pasa nada mi amor—fue a tomarla en brazos.

La puso en la misma posición que a su hermana, pero Laura no dejaba de moverse.

—Mi amor, por favor, no te muevas, va a ser rápido.

—Papá—empezó a llorar—no quiero.

—Va a ser rápido—dijo tratando de que su hija no se moviera.

—Pequeña—dijo Fernando queriendo apoyar ante la situación—por favor no te muevas—dijo con paciencia.

Fernando hizo el mismo procedimiento que con Luisa. Laura al sentir que la aguja penetro su piel grito y lloro más fuerte.

—Papi—dijo desesperada.

—Ya terminé—dijo Fernando.

Él le puso una bandita.Luisa ya no lloraba. Las tomo a las dos en brazos y se fue con ellas a su casa.

Miedo a las Agujas E InyeccionesWhere stories live. Discover now