Sofia

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Sofia tenía 6 años. Era una niña alegre y traviesa que el día anterior no le habia hecho caso a su padre de no mojarse y ahora estaba en cama enferma. Tenia una fuerte gripe. Su padre era pediatra, por lo que la llevo al pequeño consultorio que tenia en su casa para revisarla. La sentó en la camilla.

—¿Dónde te duele, mi amor?

—La garganta papi—dijo con ojos llorosos. No quería que la castigaran por no haber obedecido.

Su padre pensó en regañarla, pero ya que estuviera mejor. Le reviso con mucho cuidado la garganta y los oidos, tenia un poco de infección en la garganta. Al tocarle la frente notó que tenia algo de fiebre.

—Te voy a poner el termómetro—le dijo. Se lo puso en el brazo, espero a que pitara y efectivamente tenia fiebre—tienes fiebre mi amor, voy a tener que ponerte una inyección para bajarla.

—Papi—dijo llorando—por favor no me castigues con eso, te prometo que no te vuelvo a desobedecer, pero por favor no me inyectes—le extendio los brazos para que la agarrara.

—Mi amor—dijo tomandola en brazos—no te estoy castigando, nunca lo haria con algo que se que te da miedo. Es necesario bajarte la fiebre.

Sofia lo apretaba mucho. Lloraba y Manuel sabia que su pequeña sufria, pero era por un bien mayor.

—Quedate en la camilla si, ahorita vengo—la sentó y salió para preparar la inyección afuera, no queria que su hija viera la aguja que no era grande, pero al verla aumentaría su miedo. El volvio con la jeringa lista en el bolsillo de su bata—acuestate boca abajo, por favor—le pidió tiernamente.

—Papi, por favor no lo hagas, por favor—Sofia lloraba más fuerte.

—Te prometo que no duele y será un pequeño piquetito rápido.

Sofia estuvo a punto de convencerlo de no inyectarla, pero tuvo que ponerse un poco estricto con la salud de su hija. Quiso acostarla, pero Sofia no dejaba de moverse, no habia nadie en su casa que le ayudara a sostenerla y eso sería realmente difícil.

—Mi amor, por favor—le dijo.

–Papi—Sofia sabia que no iba a ganarle.

—Acuestate y no voltees, no te va a doler, lo prometo, mira es más si me dejas inyectarte vamos a comer hamburguesa ¿que te parece? —le sonrio.

—Esta bien papá—Sofia decidió confiar en su papá, se acostó en la camilla escondio su cara en la almohada—espera—le dijo—no tengo a mi tortuga.

—Voy por ella, pero así quedate, ¿trato?

—Si papi.

Él fue rápidamente a su cuarto a buscar el peluche favorito de su hija, estaba en la cama, lo tomó y volvio. Sofia cumplió su promesa.

—Aqui esta mi amor—se la entrego.

Sofia la abrazo muy fuerte. Manuel subio el vestido de su hija y después bajo su short y su calzoncito de la parte derecha un poquito.

—Papi—Sofia lloraba de nuevo—¿duele?—preguntó

—No mi amor—dijo él con todo el amor del mundo— no te muevas y terminamos más rápido—se acercó a darle un beso en su cabeza.

Paso el algodon con alcohol por su nalguita. Sofia se puso dura.

—Princesa, ponte flojita, así no puedo—le dijo. Ella se relajo un poco—te voy a apretar y sentiras un pequeño piquetito y listo, si mi amor, no patalees sale. Ella dijo que si con su cabeza. Manuel volvio a pasar el algodón, le apreto el gluteo un poquito y metio la aguja.

—Papi—Sofia brinco. No paraba de llorar

—No te muevas pequeña, ya esta adentro, ponte flojita para no tener que picarte de nuevo—dijo introduciendo el liquito que no dolia nada. Ya que el líquido estaba todo adentro saco la aguja y presionó con el algodon. —ya voy a terminar, te voy a poner una pomada para que no te duele el piquetito—se la puso y subió su ropa.

Sofia se le tiro a los brazos llorando por un ratito más.

—Tranquila mi princesa, no pasó nada—le besaba la cabeza para que se calmara. Le sobo la espalda un rato hasta que ella se quedo dormida. La dejo dormida en su cuarto con él.

Miedo a las Agujas E InyeccionesDove le storie prendono vita. Scoprilo ora