Cristina

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Era una mujer de 28 años que vivía con su novia, Alma quien era doctora. Cristina tenía varios días sintiéndose un poco mal, pero el malestar iba y venir, los síntomas no eran claros y no quería decírselo a su novia, pues era de preocuparse mucho por ella y no quería preocuparla cuando no era nada lo que tenía, claro que según ella no era nada grave lo que tenía. Esa mañana al irse su novia al hospital, despertó con un fuerte dolor estomacal, pero no pensaba decírselo a su novia, creía que el dolor se le pasaría con tomarse una pastilla para el dolor y se levantó de la cama para desayunar algo ligero y poder tomarse la pastilla, pero ni siquiera pudo comer, no supo en qué momento llego al baño y empezó a vomitar sin control. Se tomo así la pastilla y el dolor disminuyo un poco, después se metió a bañar para irse al trabajo. Trabaja en una agencia de publicidad. Su trabajo le gustaba mucho, concretamente se dedicaba a hacer campañas publicitarias y lo disfrutaba bastante. Al llegar saludo a su compañero

-Hola Olga-dijo con un gesto de dolor.

- ¿Qué te pasa cristina? -preguntó asustada al escuchar su voz.

-No es nada, me duele un poco el estómago, pero ya estoy en tratamiento, no te preocupes-trato de explicar.

Cristina sabía que estaba mintiendo, pero no podía decirle la verdad a Olga, conocía a Alma muy bien, de hecho, por ella conoció a Cristina y era amiga primero de Olga que de Cristina. Olga le creyó, pues sabía que Alma era doctora y sabía perfectamente que ella no podía dejar a Cristina enferma. Ella se fue a su oficina tenía mucho trabajo por hacer y por la tarde debía de asistir a una importante reunión para presentar el trabajo que estaba haciendo. Estaba un poco estresada por tanto trabajo y el dolor que sentía no estaba ayudándole para nada, parecía que no se había tomado ninguna pastilla. Quiso tomar un poco de jugo, pues como no había desayunado, le dio un poco de hambre, pero en cuanto el jugo llego a su estómago de nuevo estaba en el baño vomitando. Cuando termino se lavó los dientes y volvió a su escritorio. Empezó a preocuparle, pero para ella era más importante el trabajo y decidió ignorar el dolor, con lo que no contaba era con que su novia le llamara. Se tensó cuando vio su nombre en la pantalla de su teléfono, pero sabía que era mejor responderle, pues si no lo hacía, Alma seguiría llamando y se preocuparía al no responderle. Trataría de no hablar mucho y que ella fuera la que hablara. Sin quererlo respondió.

-Hola amor-dijo Alma con alegría.

-Hola-dijo con mucho esfuerzo para que no se le notara que estaba mal.

-Esta mañana no te dije que tengo guardia y voy a estar toda la noche en el hospital, estabas tan cómoda dormida que no quise despertarte para decírtelo-dijo.

-Esta-dijo con dificultad pues una fuerte punzada le dio en el estómago-bien-dijo al fin.

-Amor ¿qué te pasa?, no te estoy viendo, pero te siento rara-dijo confundida.

-No tengo nada-apretó los dientes, se dobló un poco del dolor.

-Amor tengo que dejarte, después hablamos, te amo-le dijo cariñosa.

-Yo también-dijo Cristian sonriendo.

Alma iba a seguir insistiendo, porque noto en la voz de su novia algo diferente, pero le llamaron, ya que un camión había chocado y avisaron que iban muchos heridos al hospital y estaban llamando a todos los médicos a urgencias. Alma era médico internista. Cristina amaba que Alma fuese tan considerada con ella, sabía que ser doctora fue su gran sueño desde que se conocieron y aunque pasaba mucho tiempo en el hospital y algunas veces se sentía sola, sabía que su novia la amaba por sobre todas las cosas y que, si se preocupaba tanto por ella, era por ese mismo amor, que Cristina la amaba con esa misma intensidad. Siempre se contaban todo y ella sabía que estaba faltando un poco a su promesa de no ocultarle nada, pero Alma también sabía que su novia le tenía un pánico como nadie a las agujas y siempre que ella se enferma de la garganta debían de inyectarla y quería posponerlo lo más que se pudiera. Estaba haciendo su trabajo y empezó a temblar y sudar. Se vio al espejo y se asustó, aunque estaba maquillada, sus ojos estaban brillosos. Empezó a tener frío, quiso levantarse de su asiento, pero no pudo. Tuvo miedo, pues no creyó que un simple malestar fuera a llegar a tanto. Con un poco de dificultad se levantó y se mareo. Se sostuvo como pudo para no caer, estaba viendo borroso, quiso llamarles a sus amigas, pero no pudo hablar.

Miedo a las Agujas E InyeccionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora