Andrés

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Era un niño de 11 años que tenía varios días sintiéndose mal, pero que no quería decírselo a sus padres, porque principalmente le tenían mucho miedo a las agujas y segundo porque sabia que sus padres no tenían paciencia y siempre que tenían que vacunarlo, lo regañaban fuertemente por su gran temor a las inyecciones. Por lo que prefería no decirles nada. Bajo a desayunar, pero que, al llegarle el olor de la comida, le dieron unas ganas incontrolables de vomitar, pero que no lo hizo porque sus padres estaban en la cocina. Comió muy poquito, casi nada.

—Hijo ¿qué te pasa? —pregunto un poco preocupada.

—Nada mamá, es que no tengo mucha hambre.

—Tienes que comer Andrés—dijo su padre molesto.

—No tengo hambre papá, lo mejor es que me vaya a la escuela.

Andrés salió rápidamente de su casa. La escuela no estaba lejos, pero al pasar por un puesto de tacos, el olor nuevamente lo mareo, pero ahora si no pudo controlar su estomago y vomito muchísimo, tanto que quedo cansado. Camino al colegio lentamente, al llegar la doctora de la escuela lo vio muy pálido y se preocupó un poco.

—Andrés ¿qué te pasa? ¿estas bien?

De lo mal que se sentía, no pudo responder con palabras, pero si con su cabeza y dijo que no.

—Vamos a dentro, para revisarte.

Andrés quería decirle que no, pero es que de verdad se estaba sintiendo fatal y tuvo que acompañarla al consultorio. Para cuando llego ya no se sentía mareado.

—Pasa—dijo ella— ¿desde cuándo te sientes mal?

—Desde ayer—dijo despacio—me duele el estómago. Hoy no pude desayunar y vomité.

—Acuéstate en la camilla, por favor.

—Si—dijo casi sin aliento.

Andrés se acostó. La doctora Teresa era muy buena. Lo reviso y descubrió que tenía una fuerte infección estomacal.

—Andrés tienes una fuerte infección. Voy a tener que inyectarte, tu estomago no va a tolerar ningún medicamento tomado.

Andrés se asustó.

—Voy a llamar a tus padres, para decírselos.

—No—dijo rápidamente—se van a enojar.

— ¿Por qué? —dijo sin entender nada.

—Me dan miedo a las agujas y cuando me han vacunado siempre me regañan por tener miedo.

—Está bien—dijo ella.

Sabia que estaba mal en no decirles nada a sus padres, pero ella tenia hijos y siempre que ellos tenían miedo los trataba con mucho amor, fuera cualquier tipo de circunstancia. La doctora preparo todo. Vio en los ojos de Andrés que tenía mucho miedo.

—Tranquilo, no pasa nada—le sonrió—date la vuelta—le pidió.

Andrés se desabrocho el cinto y después el pantalón y se voltio. Estaba muy nervioso, tenia ganas de llorar. Teresa bajo su ropa interior un poco de la parte derecha. Él se tensó.

—No te pongas duro, por favor—le pidió.

Le paso el algodón con alcohol. Desato la jeringa y presiono un poco su glúteo e inserto la aguja. Andrés brinco un poco.

—Eso fue lo difícil—dijo ella para tranquilizarlo.

Metió el liquido despacio, dolía un poco, pero Andrés no se movió. Las lágrimas le corrieron.

—Listo, hemos terminado—dijo ella sacando la aguja de su piel.

Le subió su ropa.Andrés se levantó y se limpió las lágrimas. La doctora le dio unas pastillaspara que completara el tratamiento. Se fue a su salón sintiéndose mejor. Estabaun poco temeroso de que sus padres se enteraran de lo que le estaba pasando,pero la doctora al verlo tan preocupado, decidió no decirle nada a nadie. 

Miedo a las Agujas E InyeccionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora