CAPÍTULO X

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Margareth se pasó el resto del día rodeada de su familia, ya que cuando estos recibieron la información de su estado al llegar de su paseo a caballo, por lo que, naturalmente, todos estaban preocupados por su bienestar

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Margareth se pasó el resto del día rodeada de su familia, ya que cuando estos recibieron la información de su estado al llegar de su paseo a caballo, por lo que, naturalmente, todos estaban preocupados por su bienestar. Todo menos sus hermanos, quienes la habían obligado a oír un sermón sobre lo imprudente que había sido al salir sola ya que nadie había estado con ella para auxiliarla-

Así es como tuvo que soportar la media hora que ellos declararon sería suficiente para que ella reflexionara sobre su error.

Para cuando tuvo que reunirse con el resto a la hora del almuerzo, se encontraba algo exhausta, más que nada por todo lo acontecido a primera hora de tan hermoso día.

Georgiana y Jane le habían comentado que esa misma mañana, habían tenido suerte de no ser atrapadas infraganti en las cocinas, ya que estaban hambrientas y no se creían capaces de esperar hasta el desayuno. Además, de la sorpresa que se llevaron cuando fueron a despertar a su hermana mayor y encontrarse con las doncellas de la casa, quienes ordenaban la cama y les avisaron que había salido.

Por lo que, cuando las cuatro mujeres estaban en el saloncito celeste, el que estaba predilecto para recibir visitas, fue interrumpido por el mozo de esa mañana y llevaba consigo una tarjeta y se la entregó a lady Emily, donde se le informó que le había llegado una invitación hace unos minutos, la cual recibió con entusiasmo.

—¡Es de Charlotte! —exclamó con dulzura. Era de conocimiento público que ambas mujeres eran muy buenas amigas de infancia—. Celebrará una fiesta en su hogar la próxima semana —asintió mientras leía. Ignorando que solo una de sus hijas mayores se alegraba de la invitación—: ¿Oh? ¡Dios mío!

—¿Qué sucede madre? —preguntó Margareth.

—Debe ser algo bueno —aclaró Jane a su hermana y señaló a su madre—. Mírala, está sonriendo... —se interrumpió, e hizo una mueca de horror—: Bueno, ahora está llorando.

—De felicidad supongo —dijo Georgiana, arrebatándole la invitación a su madre y comenzó a leer, entonces, chilló—: ¡Oh, Dios mío! Es Charles. Se ha comprometido esta misma mañana y piensan celebrar su matrimonio en Londres, en seis meses, como es debido.

—¿Charles? —preguntó sorprendida Margareth y le arrebató la invitación a su hermana. Entonces fue cuando chilló y se puso en pie—. Iré a informárselo a papá y a nuestros hermanos.

—Georgie, necesitamos al ama de llaves —pidió su madre. Cuando su hija salió de la habitación, se dirigió a la mayor—. Tu padre lo necesito una vez le hayas dado las buenas noticias.

—Voy contigo —dijo Jane apresuradamente, pero fue detenida por su madre—: ¿Yo tengo que hacer algo?

—Sí, debes quedarte a mi lado —sentenció su madre—. Aún no has terminado tu bordado, señorita.

—¡Dios me de las fuerzas!

Margareth no esperó a que su madre y su hermana menor comenzaran una discusión lo bastante divertida, debía admitir, y se dirigió con rapidez al despacho de padre.

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