CAPÍTULO XXXVII

3.3K 301 13
                                    

Capítulo editado

—¿Al menos podrías verte más preocupado?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¿Al menos podrías verte más preocupado?

John suspiró cuando su madre ingresó a su despacho en un hermoso vestido esmeralda.

—¿A qué se refiere? —preguntó, incluso sabiendo a lo que su madre se refería—: Estoy muy preocupado, las remodelaciones de las casas nos están costando mucho dinero. Nada de lo que debamos preocuparnos, pero es dinero invertido y que de alguna manera tendremos que recuperar en algún momento.

Lady Basset bufó, sorprendiéndolo.

—Dinero —dijo—: ¿Quién se preocupa del dinero en estos momentos? —añadió nerviosa y le señaló con el dedo—. No te atrevas a decir que ese eres tú, porque claramente eso parece —le regañó mientra le observaba con asombro y le arrebató los papeles de las manos—. Los empleados me han dicho que Margareth Middleton se ha comprometido y que el conde está solicitando una licencia especial al arzobispo —habló con rapidez—: Estoy segura de que ella nos ha invitado a pasar el día con ellos porque nos ve como buenos amigos, creí que mis insinuaciones en tu partida le habían hecho darse cuenta de que tú serías un mejor partido que aquel jovenzuelo que le regalaba flores y le leía poseías absurdas —negó con la cabeza antes de exclamar—: ¡Como si a la muchacha le gustase la poesía!

—Cierto, ¿cómo se le ocurre leerle poesía? —añadió con burla John—: Ella es más de novelas.

—No digas una sola palabra, John Marcus Basset —señaló la mujer exasperada—. Desde el inicio nunca esperé que la joven te hiciera cambiar de parecer con lo relacionado al matrimonio, pero aun así lo intenté cuando la invitaba a pasar tiempo conmigo —añadió mientras tomaba asiento tra ssu arrebato—: No funcionó y ahora está comprometida con aquel jovencito.

John se dedicó en observar a su madre con una sonrisa en el rostro, puesto que le gustaba ver cómo su madre perdía los nervios con su actitud de no darle la razón.

—Por cierto —suspiró su madre tras la pausa—: ¿Para qué necesitabas mi anillo de compromiso?

—Lo envíe a reparar —mintió como lo había preparado—. Para pulirlo y restaurarle su valor, tanto sentimental como monetario.

—¿Piensas venderlo? —inquirió su madre—: Puede que no te guste ya que me lo ha dado tu padre, pero...

—Es una reliquia familiar, madre —interrumpió el caballero con un suspiro—: No me atrevería a venderlo, aunque significase seguir teniendo algo de mi padre —añadió. Por otro lado, señaló todo a su alrededor—. Solo debes contemplar que aún seguimos en las mismas propiedades que estaban a su nombre —tomó unos rollos de papel que había en su escritorio y se los extendió—. Los planos de las tres casas de campo, creí que te gustaría ver lo que estaba haciendo en ellas.

John observó como la mirada de su madre estaba fija en los planos sin abrir.

—Confío en que estás haciendo lo correcto ―añadió en un murmuro. Tomó una pausa larga antes de preguntar—: ¿Estás listo para que vayamos donde los Middleton?

John asintió mientras se levantaba de su escritorio y tomaba su chaqueta.

—Supongo que el carruaje lo ha pedido antes de entrar a mi oficina.

Su madre le sonrió y aceptó el brazo que le ofrecía su hijo.

—Bueno, pedí el carruaje y de paso que nos subieran unas cajas con regalos para Margareth y unos ramos de flores para su madre y hermanas —comentó ella—. Aunque me duele que no hubieras preparado algo para el conde y sus hijos.

—Deben de estar preparándolo para la cena de esta noche —añadió su hijo con astucia—: Me he encargado de la cena de hoy.

Lady Basset aprobó por completo la decisión de hijo y ambos caminaron conversando con alegría hacia el hogar de los Middleton, quienes ya debían de estarles esperando con ansias.

Al poco rato de llegar donde los Middleton y unirse a ellos en el salón, John comprendió la pregunta que la joven le había hecho el día anterior, pues frente a él estaba ella en un hermoso vestido verde claro y su cabello recogido con unas horquillas de flores doradas. Estaba sonriendo mientras sus hermanos reían.

Estaba hermosa.

Los pensamientos de John estaban centrados en la joven sonriente que, con cada día que pasaba, comenzaba a robarse un espacio en su corazón donde estaba seguro —bastante seguro—, que permanecería por un largo tiempo.

—Lord Basset y lady Basset.

Anunció el mayordomo, atrayendo la atención de toda la familia.

—¡Llegan justo a tiempo! —exclamó lady Middleton, que se acercaba a los Basset—: Estoy segura de que mis hijos menores estarán agradecidos por su llegada oportuna —añadió mientras los tres observaban a los más jóvenes, quienes tenían las mejillas sonrojadas—. Phillip les ha estado molestando la mayor parte de la mañana.

Lady Basset sonrió a la condesa antes de señalar a unos empleados tras ella.

—He traído conmigo unos cuantos presentes —animó a los empleados a acercarse más a ella—: Estas flores son para usted y sus hijas, lady Middleton.

La condesa exclamó un suspiró al ver los ramos de rosas blancas.

—Niñas —llamó la condesa—: Las necesito a las tres a mi lado.

Obedientemente, las tres se pusieron en pie y se unieron al lado de su madre y, con una elegante reverencia, saludaron a los invitados.

—Permítame agradecerle lord Basset por lo que ha enviado para la cena de esta noche —agregó lady Middleton con una radiante sonrisa hacia el caballero—. No era necesario, pero ha sido un hermoso detalle —acarició el brazo de su hija menor y, apremió a todas a tomar sus respectivos regalos—: ¿Acaso no son bellas las flores?

—Yo las veo como cualquier otra flor —murmuró Jane, llevándose un leve empujón de Georgiana. Entonces, con una amplia sonrisa exclamó—: ¡Tan hermosas como el carácter de Georgiana!

Unas carcajadas al fondo del salón se hicieron oír, junto a la tos fingida del mayor de los Middleton en un intento de mantener la compostura y Margareth que observaba a sus hermanas con horror.

John no pudo evitar sonreír con soltura ante el ambiente que solía existir en aquel hogar, por lo que no se percató que su madre le prestaba toda su atención y boqueaba sorprendida.

—Temo que debo excusarme —anunció lord Middleton al llegar al lado de su esposa y se giró hacia sus invitados para aclarar—: Debo visitar al arzobispo. Esta mañana me ha llegado su respuesta y quiere verme en media hora —agregó mientras besaba la mejilla de su mujer y luego sonrió a sus hijas y, finalmente, se despidió de sus invitados con un beso en la mano de lady Basset y un asentimiento de cabeza a John—. En cuanto regrese, nos veremos en mi oficina lord Basset, creo que debemos hablar sobre aquel tema que me ha comentado el día de ayer, pues como ve, ahora no tengo tiempo para entablar una agradable conversación.

Dichas palabras fueron lo que se necesitó para que ambos jóvenes comprendieran que ese mismo día sabrían si habían conseguido una licencia especial y contraer nupcias cuanto antes.

Dichas palabras fueron lo que se necesitó para que ambos jóvenes comprendieran que ese mismo día sabrían si habían conseguido una licencia especial y contraer nupcias cuanto antes

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Al Hombre Que Amo [#1]✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora