CAPÍTULO XIII

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Capítulo editado

Había pasado una hora desde que lady Basset le había realizado una pregunta embarazosa y no creía que la mujer hubiera tenido intenciones de ofenderla, pero agradeció que no la creyera poca cosa ante el resto de las jóvenes

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Había pasado una hora desde que lady Basset le había realizado una pregunta embarazosa y no creía que la mujer hubiera tenido intenciones de ofenderla, pero agradeció que no la creyera poca cosa ante el resto de las jóvenes. Al contrario, había terminado comentando lo idiotas que suelen ser en ocasiones los hombres.

Para ese entonces, ya había atardecido y la baronesa no mostraba señales de querer enviar a Margareth a su hogar; por el contrario, envió a un mensaje a su familia donde les pedía comprensión a rehusarse en despedir a Margareth y que la enviaría a casa una vez ambas cenaran.

Por lo que tras avanzaban las conversaciones, la joven no se había detenido a pensar en otra cosa y reía con tanta naturalidad que le costaba hasta respirar. Fue toda una revelación darse cuenta de que la presencia de lady Basset y, que el estar sentadas en el jardín, le recordara demasiado a su estadía en Pembroke.

—Bueno, señorita Middleton ¿ya ha pensado en lo que usará para el baile de lady Charlotte? —preguntó lady Basset mientras ingresaban a la casa.

Margareth negó con su cabeza y se apresuró a seguir el paso de su anfitriona, la noche sería fría, eso era lo más seguro.

—Supongo que usaré lo que mi madre prepare para mí —respondió ella con una leve sonrisa.

—¡Dios santo! —exclamó lady Basset mientras negaba con la cabeza y agregaba—: No puede ser así, tal vez debería intentar usar más vestidos como el que lleva el día de hoy.

—Es el único que tengo en este color —aseguró Margareth con tono de vergüenza—: Además, no suelo acompañarla a diario con la modista, prefiero mantenerme ocupada en casa.

—¡Mejor aún! —exclamó lady Basset—: Mañana pasaré por usted y la llevaré personalmente con la modista para que tenga otro en su ropero.

—No es necesario que usted haga eso, lady Basset —negó la joven.

—No diga tonterías, señorita Middleton —dijo la mujer con calma y le regaló una sonrisa al agregar—: Nunca tuve una hija y me agrada.

Ante aquello, Margareth no se pudo negar y con sus mejillas sonrojadas, asintió con una sonrisa y juntas caminaron hacia el saloncito de la baronesa. En aquel lugar comenzaron a hablar de temas menos relevantes, como lo eran los cotorreos de la sociedad, algo que la joven notó que lady Basset gustaba comentar. No hay nada mejor para evitar el aburrimiento que hablar de las desgracias ajenas. Fue lo que le dijo ella, algo con lo que la joven estaba en acuerdo y, es que había tan pocos temas de los que podría intentar conversar con una mujer que le doblaba la edad, tal vez.

—Es sorprendente que existan familias que permiten que sus hijas se ofrezcan de la forma más vulgar, con escotes ajustados para que resalte el busto o que no se les regañe por toquetear a un caballero con demasiadas libertades aceptables para un encuentro público —comentó lady Basset con el ceño fruncido, señaló un hecho en particular—: Un ejemplo claro es la hija de los Crane.

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