XLIV. Olvido

735 94 12
                                    

XLIV. Olvido



Abigail.

Mi corazón no encontraba la manera de dejar de sentirse así de miserable. Había conseguido dejar de llorar cada cinco segundos, pero si lo pensaba demasiado las ganas estaban ahí. Estaba segura de que había mil cosas peores en la vida por las cuales sufrir, pero no sabía cómo hacerle entender eso a mi corazón.

Harry había jugado con algo que yo me había asegurado de hacerle saber lo importante que era para mí. Un hijo. Él lo sabía perfectamente. Se lo dije una y mil veces cuando hablamos. Y al final, en lugar de negarse y decirme sus verdaderas razones eligió ocultar la verdad. Y eso sigue siendo una mentira. Una por omisión. Él había estado bien con el hecho de donarme su esperma sabiendo que no podría embarazarme. Había fingido todo este tiempo ser honesto. ¡Por Dios! Firmó un contrato e hizo que su abogado pusiera todas las cláusulas necesarias para protegerse si en un futuro yo cambiaba de opinión y le exigía dinero. Sabiendo que no había posibilidad de que eso sucediera. Él había actuado bastante bien. Alguien por favor entréguele un maldito premio a ese hombre. Maldita sea. ¿Cómo siquiera había tenido la cara para querer acercarse cuando descubrió que estaba embarazada?

—¿Estás segura de que esto es lo que quieres hacer? — mi madre me veía desde el otro lado de la habitación. La había llamado al despertar, necesitando hablar con ella y decir en voz alta todo lo que estaba pasando. Un tipo de arranque de necesidad por decirlo nuevamente, por recordarme que esto de verdad estaba sucediendo. Que era mi nueva realidad y no cualquier broma pesada de mi mente.

Mi mamá me había ofrecido regresar a casa, y por mucho que odiaba la idea de volver a casa de mis padres, lo había aceptado. Con Amelie tan pronta a nacer no quería arriesgarme a estar sola en una habitación de hotel cuando el momento llegara. Era algo que simplemente no podía imaginar en estos momentos. Necesitaba estar rodeada de gente que sabia que se preocupaba por mí, y que estarían para ambas si algo llegara a complicarse.

Ya no estoy segura de nada. Esa era la respuesta sincera que quería darle a mi madre, pero no quería preocuparla de más. Así que respondí un simple:

—Sí, mamá.

Su expresión se suavizo. Sabía que quería ayudarme, que quisiera tener una manera mágica para solucionar el problema por el que estaba pasando y que dejara de sufrir.

—Abby..., tiene que haber alguna explicación a todo esto. Habla con él primero.

—Lo haré. Todavía tengo que decirle lo que sucedió en la clínica. Pero... es todo. No, no quiero escuchar ninguna excusa. No hay nada que pueda decir para arreglar esto.

Empecé a sentir como mi respiración se aceleraba y decidí dejar de hablar. Solo necesitaba estar tranquila, dejar de pensar.

—Está bien, cariño. Pero piensa las cosas con cuidado. Con la cabeza fría. Este no es un momento para que tomes una decisión así de importante. Date un tiempo. Estas pasando por muchas emociones fuertes.

Asentí.

—Es lo que intento hacer. Necesito tiempo.

Mi madre me había ayudado a recoger las pocas pertenecías que había sacado de las maletas que había llevado conmigo y nos dirigimos a casa. Mi padre y mis hermanos estaban enterados de que regresaría y solo rogaba que ninguno de ellos quisiera hacer más preguntas al respecto. Estaba cansada incluso de pensar lo que estaba sucediendo, no quería hablarlo y escuchar a más personas intentando decirme qué es lo que debería hacer.

El Donante | hsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora