XLVI. Hotdogs

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XLVI. Hotdogs



          Abigail.

Los días pasaban a una velocidad increíblemente rápida. La fecha para el parto de Amelie estaba a tan solo una semana y yo estaba aterrada. Me aterraba la idea de traer al mundo a Amelie en estos momentos, donde todo en mi vida parecía destrozado. Donde ella tendría que estar pasando por dificultades cuando yo tendría que haber tenido todo listo para ofrecerle. Y de alguna manera, al seguir ella dentro de mí, sentía que podía protegerla, que tenía tiempo para resolverlo todo, aunque sabía bien que no podía. No antes de que ella naciera al menos.

No podía quedarme quieta. Necesitaba siempre estar haciendo algo y mantenerme ocupada en lo que fuera. Por las tardes, cuando el sol se ponía iba a caminar a la laguna que se encontraba a unas cuadras de la casa de mis padres, a veces en compañía de mamá y Moquito, y otras con Olive.

La primera vez que esta se había ofrecido la idea me pareció terrible, no quería tener que responder preguntas, ni volver a contar lo sucedido de nuevo, pero para mi sorpresa Olive no había mencionado ni una palabra al respecto. Nada. Lo cual había agradecido muchísimo. En cambio, habíamos platicado sobre cómo nos sentíamos con nuestra próxima maternidad, habíamos compartido tips que habíamos visto aquí y allá, y me había contado cómo las cosas parecían mejorar para ella y Emilio. Y a pesar de que ambos seguían en casa de mis padres todo parecía indicar que pronto tendrían su propio hogar. Un lugar pequeño y modesto, había dicho ella, pero suyo.

Ya hacía dos semanas desde que mi burbuja de felicidad había explotado. Dos semanas desde la última vez que había visto y hablado con Harry. Él no había llamado ni enviado mensaje desde entonces, ni una sola vez. Era lo mejor, lo sabía. Pero a una parte de mi le dolía. ¿Es ese todo el amor que decía tener por mí? ¿Por nosotras? Odiaba la incomodidad que sentía en el pecho cada vez que me ponía a pensar demasiado en esto. En él. Porque lo extrañaba, claro que sí. Me dolía no saber de él. Me dolía que no llamara ni siquiera para saber de Amelie, y es eso lo que me hacía preguntarme si quizá después de saber lo que había sucedido con la clínica, de saber que Amelie no podía ser su hija todo había terminado para él. Me hacía preguntarme si ya no la quería. Me hacía preguntarme si alguna vez de verdad la quiso. Y eso me partía el corazón en pedazos.

—Lamento la tardanza, Abby. ¡Había una fila enorme para los hot dogs! Casi golpeo a la chica de enfrente porque por estar distraída se le empezaban a meter enfrente. — decía Olive sentándose a mi lado y ofreciéndome el hot dog que olía a gloria. Comer estas delicias siempre me hacían recordar a cuando iba a la secundaria y venía aquí directo de la escuela antes de llegar a casa. — Maldita mocosa, incluso tuvo el atrevimiento de mirarme mal cuando amablemente le pedí que se callara el hocico y avanzara. Dios. Ya no hay respeto.

Empecé a reír con las ocurrencias de Olive y le di la primera mordida al mejor maldito hot dog de la vida.

—Gracias, Olive. Amelie y yo estamos agradecidas con tu acto heroico.

Su sonrisa se extendió y se agachó un poco para hablarle a mi barriga.

—Es un placer, mi pequeña.

Nos quedamos ahí sentadas observando los patos en el agua, disfrutando de nuestros hot dogs y viendo como el sol se metía. Era increíble. No importaba la época del año, en este lugar, los atardeceres siempre se habían visto hermosos.

              Decidimos que era hora de irnos antes de que empezara a anochecer. Nos tomaba aproximadamente de diez a quince minutos llegar a casa y con el frio de enero era mejor hacerlo antes de que el sol se metiera por completo.

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⏰ Última actualización: Jun 08 ⏰

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