XXXVIII. Invasión

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XXXVIII. Invasión

Abigail.

         Una semana desde que estaba viviendo bajo el mismo techo que Harry había pasado ya. Compartiendo su espacio, llenando poco a poco su existencia con la mía. Me había ofrecido la mitad de su closet para darle espacio a la poca ropa que había comprado; tan solo unos cuantos conjuntos para el trabajo y otros cuantos leggins y sudaderas para estar cómoda en el departamento. Su baño ahora tenía mis mil productos para la piel y el cabello. A veces me ponía a observar todo detenidamente y me preocupaba que todo esto fuera excesivo para él. Él obviamente no había dicho ni una palabra al respecto, pero cada que yo llegaba a casa con más cosas y veía como los espacios se iban llenando no podía evitar que una sensación de culpa se instalará en mí. Aunque cada que mirara la sonrisa de Harry pareciera encantado con la invasión.

         Por otro lado estaba la habitación de Amelie; Harry no mentía cuando dijo que él quería una habitación para ella en su departamento también, y la habitación estaba a medio terminar; las paredes estaban pintadas de un suave rosa con diseños distintos en cada pared. Cuando mirabas hacia el techo parecía que estabas viendo el cielo de verdad. Había un par de muebles en color blanco con los conjuntos más bonitos que había visto y unos cuantos juguetes que Anne y Gemma le habían regalado a Harry pero nada más. Y él me había ofrecido que yo decidiera sobre todo lo demás. ¿Yo? Acepté encantada. Sabía que lo hacia para que recuperara algo de lo que había perdido en mi casa.

         Mi casa. Esa era otra idea que venía rondando en mi cabeza. Había sido muy difícil para mi observar las pocas cosas que se habían podido rescatar. Mis documentos personales e importantes habían quedado sin ningún rasguño, gracias a la caja que los guardaba. Y lo que había comprado para Amelie, las cosas que se lograron salvar en su mayoría, no las quería. No quería nada negativo cerca de mi bebé.

           En la semana había aprovechado la hora de comida en la oficina para pedirle a mi papá que me acompañara a ver cómo había quedado. Y había sido horrible ver cómo ese lugar que fue mi hogar por tantos años se había reducido a paredes quemadas, ventanas explotadas, quedando solo la sombra de lo que una vez fue. Verla con mis propios ojos había sido más difícil de lo que me esperaba. En ese momento había sentido como si me estrujaran el pecho al arrancarme algo que era tan mío. En donde soñaba tener una vida con Amelie, que ella creciera y jugará en esas paredes. Y lo único que hacía que me sintiera mejor era la hecho de que nadie había salido herido. Yo había logrado salir bien con Amelie, y Moquito no había estado ahí. Así que así era como estaba sobrellevándolo: cuando sentía como lo sucedido amenazaba con hundirme, yo me aferraba a esa bendición.

Por su parte, mi papá me había aconsejado derribar y construir desde cero. Él estaba afectado también aunque intentara ocultarlo, después de todo era la casa donde él había crecido con sus hermanos y verla así era algo que nunca nos imaginamos. Sumándole que un montón de fotografías y recuerdos que la abuela Alicia mantenía en el ático quedaron arruinados. Y joder. Para ser sincera yo seguía incrédula, no podía entender cómo era posible que algo así hubiera sucedido. Según lo que Harry me había dicho los oficiales y bomberos aún no habían determinado la causa y eso me tenía nerviosa. Necesitaba saber qué había hecho mal. Qué podía hacer para evitar que algo así volviera a pasar. Mucho más ahora que Amelie estaba por llegar.

Aldo Rovira también me había hecho reír nuevamente con su preocupación en cuanto a mi viviendo con Harry. Mis padres se habían sorprendido con la noticia de que me quedaría con él, al parecer habían asumido que regresaría a su casa. Mi madre ya había hecho su primera visita, para ser exactas fue el jueves después del trabajo. Había llegado de sorpresa con comida hecha por ella y un par de suéteres y blusas para mi. Harry había llegado poco después y entre los tres comimos tranquilamente mientras Georgina seguía interrogándolo.

El Donante | hsWhere stories live. Discover now