XLV. Malas decisiones

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XLV. Malas decisiones


Harry.

         Amelie no es tu hija.

         Amelie no es mi hija.

         ¿Cómo siquiera se supone que acepte eso? Las palabras de Abby se habían clavado como dagas directo en mi corazón. Todo esto estaba mal. Todo se había ido a la mierda de un momento a otro. Me fui en un viaje de negocios ansiando regresar a mi novia embarazada e hija, y una semana después mi futuro se escapaba de mis manos. Me quedé sin la mujer que amaba y me quedé sin mi hija. Las perdí. No. No. No. Maldita sea. No. No podía aceptar esa mierda. Tenía que haber un error. Una equivocación. ¿Cómo mierda era posible que una clínica se equivocara así? Estaba listo para demandar. Tenía a mi abogado investigando el caso y ofreciendo ayuda a quien la necesitara para hundir a todo aquel que hubiera trabajado ahí. La vida de familias. De mujeres que deseaban ser mamás. La vida de la mujer que amo. La vida de mi hija. No es tu hija. Las palabras que Abby había dicho seguían atormentando mi mente cada que pensaba en Amelie. Esas palabras no me dejaban tranquilo.

         Estaba volviéndome loco. Completamente loco. No sabía qué hacer. No sabía por dónde empezar. Y me mataba pensar que Abby estaba pasando por esto sola, con esta noticia. Deberíamos estar juntos, debería estar con ella. Apoyándola. Asegurándole que todo estaba bien. Que estaríamos bien. Que nada había cambiado.  Pero, ¿lo había hecho? Pasé una mano por mi rostro, no sabía cuántas veces había intentado hacerme esa pregunta. Responderla para mí mismo y siempre terminaba evadiéndola.

        Me mataba no estar con ella. No poder llamarla, no saber cómo se encontraba, si estaba comiendo, si estaba durmiendo. No voy a mentir e intentar hacerme sentir mejor diciéndome que pude haber evitado todo esto diciéndole lo que había hecho antes de que todo explotara como lo había hecho. Porque sabía perfectamente que no era así. La mentira y el engaño estaban ahí. Claro que hubiera preferido que Abby se enterara de esto por mí, pero no había sido así.

          El timbre de mi departamento me hizo salir de mis malditos pensamientos. Abrí los ojos y en ese instante un dolor punzante en mi cabeza me hizo volver a cerrarlos. ¿Qué mierda? La persona detrás de la puerta no dejaba de timbrar y me obligué a volver a abrirlos. Miré a mi alrededor y estaba en el sillón, mis piernas colgaban de el y mi espalda dolía como la mierda. Me senté lentamente y frente a mí, sobre la mesita del centro vi los resultados de mis malas decisiones. Ayer, después de que Abby se fuera de nuestro departamento había bebido. Todo había empezado con whiskey en un intento débil por intentar comprender lo que había dicho. Para evitar cobardemente sucumbir a las ganas que tenia de ir a buscarla. Un trago se había convertido en dos y luego en tres y la botella vacía frente a mí me decía cómo había terminado todo. Tallé mi rostro una vez más antes de levantarme y abrir la maldita puerta.

         —¿Nate? — solté cuando vi a mi mejor amigo recargado en la pared frente a mi puerta. Fruncí el ceño.

          —Hey, hombre. Pensé que tendría que forzar la entrada. — palmeó mi hombro y pasó por mí lado. — Te ves horrible.

           Cerré mis ojos con fuerza y negué con la cabeza. ¿Qué mierda estaba haciendo Nate aquí? Me giré y lo vi quitándose su chamarra y dejando llaves y cartera sobre la isla de la cocina. Poniéndose cómodo.

           —¿Qué estas haciendo aquí?

           Me miró con una sonrisa burlona en su rostro mientras caminaba directamente a la sala, dejándose caer en uno de los sillones. Yo mantenía mi postura tensa, devastada y agotada de pie.

El Donante | hsWhere stories live. Discover now