Capítulo 1

824 18 1
                                    


Las mañanas solían ser un bálsamo para mi, un rincón de tranquilidad en medio del ajetreo diario. El canto de los pájaros y los primeros rayos del sol que se filtraban por la ventana, lo amaba, eran como un regalo de la naturaleza. "Amaba", en pasado, porque hasta hace poco, mi rutina laboral era diferente. Trabajaba por las tardes, un horario que se adecuaba mejor a mi . Sin embargo, todo cambió cuando me asignaron el turno de la mañana, un cambio que odiaba profundamente.

Mi padre se asomaba por la puerta cada día  desde entonces para interrumpir mis sueños con un "¡Yasmine, tu alarma está sonando!" Como si estuviera programado. En ocasiones, optaba por la respuesta más concisa, limitándome a un "Sí, ya la he escuchado", como si quisiera evitar el inevitable despertar matutino. Otras veces, en cambio, prefería hacerme la dormida, como si los tonos estridentes del despertador fueran a disiparse en el aire sin mi intervención.

Sin embargo, ese día, con la voz aún adormilada, opté por reconocer su llamado de la manera que él esperaba:

— Vale, gracias papá —susurré con un bostezo, dejando en claro mi lucha contra el sueño que me envolvía.

No puedo negar mi amor por lo que hacía; trabajar con animales era mi pasión, y sentía una profunda gratitud por haber elegido esta profesión. Sin embargo, como en cualquier rutina, a veces el desgaste de hacerlo día tras día se hacía evidente. Llevo tres años dedicándome formalmente a esto, y estoy enormemente agradecida de haber sido contratada justo después de terminar la carrera.

Sin embargo, la semana pasada mi jefa decidió que sería beneficioso para mí trabajar con las nuevas personas que estaban en prácticas, siendo una especie de Instructora para ellos. Aunque sabía que añadir esta responsabilidad a mi trabajo actual sería un desafío pero no podía negarme.

Me encantaba mi trabajo, pero también necesitaba el dinero.

Cuando finalmente me digné a levantarme de la cama, al hacerlo, mi pierna se enredó en las sábanas y, en un instante, perdí el equilibrio y caí al suelo. Parecía como si yo misma estuviera conspirando contra mis mañanas. Rápidamente, me incorporé y me dirigí al baño para lavarme la cara antes de bajar a desayunar.

Bajé las escaleras con paso seguro, lista para enfrentar el día, vestida con el uniforme azul celeste típico de la clínica. Mi bolso colgaba de un hombro, mientras que con la otra mano sostenía mi abrigo.

— Buenos días, mamá —saludé con un beso en su mejilla al llegar a la mesa.

Un delicioso plato de crepes con Nutella y plátano me esperaba mientras mi madre mencionaba que mi hermano ya se había ido a trabajar. Aunque normalmente estaba en Londres, había decidido quedarse con nosotros esta vez, dado que le asignaron un caso en Leeds y no quería quedarse en un hotel.

— Yousef me ha contado que este caso es más complicado de lo usual —dijo, y percibí un matiz de preocupación en su voz. A mi madre nunca le había gustado que mi hermano fuera médico forense; la idea de que algo le ocurriera la atormentaba.

— Mamá, no te preocupes, él sabe lo que hace —intenté tranquilizarla. Ella suspiró, mostrando su preocupación persistente.

— Eso espero —respondió mientras guardaba unos libros en el maletín de mi padre—. Bueno, termina de desayunar, que tengo que salir a hacer unos recados.

El sol aún no había asomado cuando salí de casa. El fresco aire de la mañana acariciaba mi rostro mientras caminaba hacia el portón. Vi a mi padre sacando el coche del estacionamiento y deteniéndose frente a mí.

— ¿No vas en coche? —preguntó asomando la cabeza por la ventanilla.

— No, necesito caminar un poco para despertarme del todo.

Un Giro Inesperado Where stories live. Discover now