Un Giro Inesperado

Capítulo 40

Mis pasos en la carretera se volvieron más pesados, arrastrando consigo el peso de la confusión y la desilusión. Cada vez que recordaba sus acciones, sentía un nudo en el estómago y un dolor agudo en el pecho. Sacudí la cabeza, intentando despejar mi mente de esos pensamientos turbulentos que amenazaban con consumirme por completo.

En ese momento, necesitaba estar sola, lejos de mis pensamientos tumultuosos, lejos del caos y la confusión que Addo había traído a mi vida.

Sin embargo, aún me quedaba un tramo de camino por recorrer antes de llegar al lugar donde sabía que Addo estaría. No quería, de todo corazón, tener que encontrarme con él, pero no me quedaba otra opción. No tenía otro lugar para dormir , y la idea de caminar hasta el hotel más cercano a media hora de distancia parecía una tarea imposible con mis piernas cansadas y mi tobillo torcido.

Arrastraba mi bolso con esfuerzo, sintiendo su peso como una carga pesada sobre mis hombros. Cada paso parecía más difícil que el anterior, y el cansancio empezaba a pesar en mis huesos. Después de un rato caminando a paso de tortuga, divisé un banco en medio de la acera, con la espalda hacia el oscuro bosque que se alzaba a mi lado. Decidí sentarme un momento, sin importarme que estuviera mojado y sucio, solo quería descansar la pierna que comenzaba a dolerme por estar de pie tanto tiempo.

Me dejé caer en él con un suspiro de alivio, sintiendo cómo mis músculos se relajaban un poco al fin. La carretera estaba desierta, y solo el susurro de las hojas en el viento rompía el silencio nocturno.

Miré hacia el oscuro bosque a mi espalda, sintiendo una mezcla de intriga y temor. Las sombras de los árboles parecían cobrar vida propia en la oscuridad, moviéndose y susurrando secretos entre ellos. Un ligero escalofrío recorrió mi espalda, pero también una sensación de calma y tranquilidad.

Cerré los ojos un momento, dejando que el frescor nocturno acariciara mi rostro. Mis pensamientos vagaban en medio de la noche, tratando de encontrar respuestas a todas las preguntas que me atormentaban. ¿Qué estaba haciendo aquí? ¿Cómo había llegado a este punto de mi vida, donde todo parecía desmoronarse a mi alrededor?

Recordé la dichosa propuesta de Addo, la estupidez que me había llevado a aceptarla. Ahora, en medio de la noche y sentada en un banco que probablemente tenía cantidades enormes de virus y bacterias, pensaba en lo que hubiera pasado si simplemente hubiera rechazado y enfrentado las consecuencias. Podría estar en Leeds con mis padres y mi hermano, disfrutando de una noche tranquila y segura, pero en lugar de eso, me encontraba aquí, en medio de la nada, con un nudo en el estómago y el corazón lleno de frustración.

El susurro del viento entre los árboles parecía llevarse mis pensamientos en un vaivén de emociones. Sin embargo, una luz brillante y repentina rompió la tranquilidad de la noche y me hizo abrir los ojos de golpe.

Al abrirlos, me encontré con un coche parado justo delante, con las ventanillas bajas y la luz del interior brillando en la oscuridad de la noche. Un escalofrío recorrió mi cuerpo entero al verlo, y sin siquiera pensarlo dos veces, me levanté del banco y comencé a caminar, alejándome lo más rápido que pude. Mis pasos resonaban en la carretera solitaria, el sonido de mi propia respiración se mezclaba con el eco de la noche.

El al ver cómo me levantaba rápidamente del banco, aceleró el coche hasta donde estaba, pero no dijo nada. Solo siguió lentamente mis pasos con el coche, manteniendo una distancia prudente. No quise mirarlo ni hablar, solo me concentré en caminar lo más rápido que pude. Cada paso resonaba en la carretera vacía, acompañado por el zumbido distante del motor del coche detrás de mí.

Mis pasos resonaban en la calle iluminada por las farolas, pero de repente escuché el motor apagarse y me atreví a echar un vistazo rápido por encima del hombro. Vi la silueta oscura del coche, quieto y ominoso en medio de la noche.