Capítulo 31

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Después de desayunar, no podía dejar de pensar en el hecho de que Addo me había traído el desayuno hasta la cama. Con solo pensar que se tomó su tiempo para llevarlo hasta aquí, mi corazón empezaba a latir con rapidez. Me senté en la cama con las mantas rodeándome, sosteniendo la bandeja con el desayuno que había preparado su madre. El simple gesto de Addo había despertado una sensación extraña en mí.

Mientras observaba la bandeja, mi mente divagó hacia Addo. Su sonrisa, su mirada, la forma en que se había preocupado por mi tobillo. A medida que el recuerdo de su cercanía y su tacto en mi hombro se apoderaba de mis pensamientos, no pude evitar que mis mejillas se colorearan ligeramente y me recosté en la cama, dejando escapar un suspiro mientras mi mente continuaba repasando cada detalle de ese momento. Odiaba que cosas tan pequeñas que él hacía, se quedaran tanto tiempo rondando en mi cabeza.

Finalmente decidí dejar mis pensamientos atrás y, con cuidado, me levanté de la cama yendo hacia la ducha. Bañarse con el yeso resultó ser más difícil de lo que imaginaba. Cada movimiento requería una atención especial para no poner demasiado peso en mi tobillo. A medida que el agua caliente caía sobre mí, dejé que el calor aliviara mi cuerpo. Después de salir de la ducha y secarme cuidadosamente, saqué la maleta con mi ropa para ver lo que podía ponerme. Y al final, decidí ponerme una falda y un suéter beige a conjunto. Me puse un hijab blanco, tratando de asegurarme de que no quedara demasiado ajustado, ya que aunque por la mañana hacía frío, por la tarde el clima podría cambiar por completo. Me miré en el espejo, ajustando el hijab y asegurándome de que todo estuviera en su lugar.

Cuando terminé, vi que la habitación estaba hecha un desastre. No era la primera vez que notaba que Addo tenía la costumbre de dejar su ropa y sus relojes por todos lados. La ropa que me acababa de quitar también estaba en el suelo, junto con los tacones de ayer. Además, la cama también estaba hecha un desastre, con las mantas y los cojines revueltos. Un suspiro frustrado escapó de mis labios mientras me acercaba a la cama teniendo cuidado con mi tobillo y comenzaba a organizar las cosas. Cogí su ropa y los relojes, colocándolos en su lugar. Luego, con cuidado, recogí mis tacones y los puse en su sitio. Después, me dirigí hacia la cama y empecé a acomodar las mantas y los cojines, tratando de devolver un poco de orden a la habitación.

Cuando finalmente terminé de organizar la habitación, me dejé caer en la cama con un suspiro de alivio. El proceso de poner todo en su lugar me había dejado un poco agotada. Cerré los ojos por un momento y me recosté, disfrutando de la sensación de la cama debajo de mí. Decidí que ya era hora de salir de la habitación. Me puse de pie, estirando mis brazos y sintiendo cómo mis músculos se relajaban. Al cerrar la puerta detrás de mí, me apoyé en las paredes del pasillo, intentando no caerme. Cuando estaba a punto de llegar a la cocina, un impacto me sacudió y mi equilibrio comenzó a tambalearse. Antes de que pudiera caer, sentí unos brazos a mi alrededor, y en un instante, mi cuerpo se apoyó contra alguien. Miré hacia arriba y me encontré con los ojos de Addo, que me miraba con una expresión preocupada.

- Lo siento, no te había visto - balbuceo, intentando desviar la atención de mi torpeza.

- No hace falta que pidas perdón, no fue culpa tuya - responde enseguida.

Addo retrocede un paso, dándome espacio. No puedo evitar notar que su pecho está desnudo, y mi mirada se desliza involuntariamente por su torso, que está cubierto de una sustancia negra. No puedo evitar pensar que, a pesar de estar sucio, se ve increíblemente... atractivo.

- ¿Qué te ha pasado y qué haces sin camisa? - pregunto, tratando de mantener la calma y apartando mis pensamientos. Estoy segura de que no quiero que me descubra mirándolo de esa manera.

- Malik y yo estábamos arreglando su moto, y terminamos llenos de grasa y mugre - explica, rascándose la nuca.

Que mono... bueno. Que bueno es.

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