Capítulo 30

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Addo

A la mañana siguiente, me desperté algo temprano. Mis pensamientos volvieron directamente hacia las discusiones de ayer con mi padre. Todavía seguía algo afectado por sus palabras, pero no me iba a rendir hasta conseguir que al menos escuchara lo que quiero decirle.

Los primeros rayos de sol se filtraban por las cortinas. Parpadeé, tratando de despejar el sueño de mis ojos antes de levantarme del suelo y recoger las mantas. Mi espalda estaba dolorida por haber dormido en el suelo.

Miré a la cama y entonces mi mirada se posó en Yasmine, que estaba dormida. Su rostro tranquilo en el sueño, su pelo un poco ondulado se había convertido en un desastre, esparcido por la almohada de manera caótica. Una pierna asomaba fuera de las mantas, dándome una vista de su tobillo enyesado.

Me acerqué a ella en silencio, un pequeño mechón de pelo se había deslizado sobre su frente, y sin pensarlo, alcé la mano y lo aparté, dejándolo detrás de su oreja. Sus pestañas largas y oscuras descansaban sobre sus mejillas, su respiración era suave y constante, y la luz del sol iluminaba su cara.

Caminé hacia la ventana y miré hacia afuera, dejando que el sol de la mañana me despertara. Los pensamientos sobre mi padre y nuestras disputas seguían presentes en mi mente.

Después de unos minutos de reflexión junto a la ventana, me dirigí al baño y encendí la ducha, dejando que el agua caliente pasara por mi cuerpo. La sensación del agua tibia sobre mi piel ayudó a relajar los músculos tensos de mi cuerpo.

Después de un buen rato bajo el agua, me sequé y puse una toalla alrededor de la cadera. Me puse un pantalón cómodo y una camisa, abriendo los dos botones superiores de esta. Y antes de salir del baño, me miré en el espejo, ajustando ligeramente mi pelo.

Cuando salí del baño, mi mirada se posó en Yasmine nuevamente. Seguía profundamente dormida en la cama, su pierna enyesada todavía reposando fuera de las mantas.

Pensé en si debería llamarla para ver cómo se sentía o si preferiría seguir descansando. Después de unos momentos de duda, decidí que lo mejor sería no interrumpirla. Había pasado por mucho y seguro necesitaba descansar.

Con ese último pensamiento, salí de la habitación cerrando con cuidado la puerta detrás de mí y entré en la cocina, encontrándome con Malik y mi madre, que estaban ocupados desayunando. Los aromas familiares de la comida casera de mi madre llenaban el aire y me trajeron una ola de recuerdos.

- Buenos días, mi amor - saludó mi madre dándome un beso en la mejilla.

- Buenos días - respondí, con una sonrisa.

- Malik me ha dicho que Yasmine tiene el tobillo roto, ¿es verdad? - dice con cierta preocupación en su cara.

- Sí, pero ahora está bien - le respondo intentando tranquilizarla.

- Alhamdulilah, pensé que era grave. Y tú, ¿cómo estás, ya sabes,  por lo de ayer? - me pregunta.

- Estoy bien, solo fue la tensión del momento. No quería que se enfadara más, irme fue lo mejor para todos - dije sinceramente.

- Sabes cómo es tu padre, un cabezadura. Dale un poco de tiempo e insha'alah lo entenderá - me dice, haciéndome recordar lo que me dijo Yasmine ayer.

Asiento mientras cojo un plato para por fin poder desayunar, ella se sienta a mi lado con una taza de café en la mano.

- Y, ¿cómo os va a ti y a Yasmine? ¿Ya estáis pensando en tener hijos? - dice, y casi me atraganto con la comida.

Trago con dificultad, tratando de recuperar la compostura antes de responder.

- Bueno, mamá, es un poco pronto para eso, ¿no crees? - balbuceo, intentando encontrar las palabras adecuadas. Mi madre me mira con curiosidad, como si estuviera tratando de descifrar mi respuesta. Por suerte, pareció distraerse con su propia taza de café antes de volver a hablar.

Un Giro Inesperado Where stories live. Discover now