Capítulo 32

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- ¿Va a ser muy duro? - pregunta Malik - la quimioterapia, me refiero - aclara.

-  Allahu a'alam - contesta Abdul con la mirada perdida en su desayuno.

Estábamos todos desayunando tranquilamente; de vez en cuando, Malik y Addo le hacían preguntas sobre el tratamiento a su padre. Se notaba lo preocupados que estaban.

- Si quieres, puedo decirle a Bennett que me deje un par de días libres - dice Addo, intentando por octava vez convencer a su padre para que le deje acompañarle.

- De eso nada, no vas a decirle nada a Richard Bennett, no quiero que nadie que no sea familia sepa de esto - dice levantando su mirada del plato.

- No se va a enterar nadie de nada, Richard no puede decir nada - continúa Addo.

- Aún así, no quiero que te quedes atrás en los entrenamientos, cuando sabes que puedo yo solo - dice dejando el tenedor sobre la mesa - estoy hablando en serio, no necesito que nadie venga conmigo ahora, si quieres después de unas semanas, insha'Allah, puedes ir a verme.

Addo asiente resignado, reconociendo que su padre era un hombre tan obstinado como él. Sabía que no importaba cuánto intentara hablar con él, no lograría cambiar su decisión.

Seguimos desayunando en silencio, donde el único sonido perceptible era el choque intermitente de las gotas de agua contra la ventana. Addo y yo debíamos regresar a Liverpool en unas pocas horas, así que nos levantamos temprano para aprovechar al máximo el tiempo con su familia. El vuelo estaba programado para las 2 de la tarde, y en ese momento, el reloj marcaba las siete en punto.

Ese silencio me dejó a solas con mis pensamientos por un momento, y finalmente, llegó a mi mente el pensamiento que había estado evitando toda la mañana. Recordaba cómo Addo parecía no notar mi humor mientras recogía sus mantas del suelo y me ayudaba a arreglar las sábanas de la cama. Después de una noche de insomnio, mientras él dormía profundamente, yo me veía envuelta en una tormenta de pensamientos que inundaba mi cabeza. Mientras repasaba mentalmente los eventos de la noche anterior, un silencioso suspiro escapó de mis labios. La cercanía con Addo había sido abrumadora, su presencia tan reconfortante pero al mismo tiempo tan desconcertante. Me preguntaba si había sentido lo mismo que yo, si había notado la electricidad en el aire, los latidos acelerados de mi corazón cuando nuestras miradas se encontraban. Sacudí la cabeza, tratando de apartar esos pensamientos de mi mente. Tenía que enfocarme en la conversación que tendría con Mia, en cómo le explicaría lo que había sucedido y las complicaciones que habían surgido.

Al terminar de desayunar, Abdul y sus hijos estaban absortos viendo un programa sobre agricultura en un canal en francés. Me encontraba junto a Alice, y aproveché un momento tranquilo para preguntarle si su marido sabía hablar francés.

"Oh, sí", respondió Alice con una sonrisa cálida. "En Nigeria, en la parte en la que vivía, se hablaba mucho francés. La mayoría de su familia lo domina muy bien."

Asentí, impresionada por la diversidad lingüística que había en su familia. Mientras sus conversaciones continuaban de fondo, Alice y yo nos pusimos manos a la obra para recoger y limpiar la mesa. Entre risas y anécdotas compartidas, el tiempo parecía pasar rápido. Una vez la mesa estuvo ordenada, me ocupé de lavar los platos en la cocina. El sonido del agua corriendo y el suave murmullo de la conversación en el comedor creaban un ambiente acogedor y familiar. 

Tras un rato, Alice y yo nos unimos a ellos en el salón, donde estaban todos comentando animadamente sobre el programa en francés. Aunque no entendía nada de lo que decían debido a mi limitado conocimiento del idioma, me tocó fingir entender la conversación lo mejor que pude. Asentía en los momentos adecuados, dejando escapar alguna risa o exclamación ocasional para encajar en la charla. Afortunadamente, parecía funcionar, ya que nadie me hizo ninguna pregunta incómoda o, quizás, estaban siendo considerados y evitaban ponerme en una situación incómoda.

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