Capítulo №14

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La observo ponerse de todos los colores, me mira asombrada y nerviosa, sé que intenta disimularlo, pero su pecho subiendo y bajando a gran velocidad me dice lo contrario. La sonrisa no se va de mi rostro, me gusta ponerla nerviosa ya que es la única forma en la que ella no lo logra conmigo. Se acomoda el cabello, pestañea rápido y abre su boca varias veces tratando de articular palabras.

—¿Qué? —inquiere y sus ojos se ven más grandes de lo normal.

Trato de hacer fuerza para no comenzar a reír, me resulta de lo más graciosa su expresión, pero voy a explicarle, ya me divertí demasiado.

—Que si quieres ver mi estado físico. Eso —miento—. En bóxer, esta noche tengo una pelea de práctica y era mi invitación —explico y veo como suelta el aire que parece que lleva mucho aguantando.

—Ah —responde con duda.

No sabía qué responder, pensé que me iba a decir que sí me quite la ropa, la verdad es que no me hubiese demorado más de unos segundos en hacerlo.

—Tobías algo me ha dicho —cuenta y no sé porqué, pero le cuesta mantener la mirada en mí.

—Las noticias viajan rápido —replico y hace una mueca en respuesta.

—No es como que esté averiguando tu vida —contesta algo molesta y se acomoda el cabello haciendo de cuenta que no está nerviosa.

Me encanta cómo se mueve ese largo cabello, extraño tenerlo enredado entre los dedos.

—No dije eso —explico y pongo mis manos en el aire, Julieta está muy a la defensiva y no la culpo, el primer día ha sido algo duro y fui artífice de eso—. ¿Irás?

Me mira, se apoya sobre sus codos en la barra y frunce sus labios, pensando.

—No, no iré —determina muy segura.

Esa respuesta me descoloca un poco, creí que sí querría ir.

—¿Por qué? —pregunto tratando de que mi curiosidad y confusión no hablen por mí.

—No quiero ver cómo te agarras a golpes —suelta y me mira a los ojos con preocupación—, siempre odié que lo hagas, no he cambiado en eso —concluye.

—Pero no me agarro a golpes porque sí, es una actividad, un deporte —afirmo mientras me pongo de pie.

Estoy incómodo sentado en el banco con el traje, también comienzo a sentirme molesto y no sé porqué. Bueno, me imagino el porqué. Junto los papeles de la comida y los dejo en el cesto; al mirar la hora noto que nos quedan veinte minutos y aún no le he mostrado al perro.

Camino a la puerta balcón de la cocina y con un silbido llamo al can, es bastante obediente, seguro supo que tendría que serlo, porque el día en que lo compré y mirándolo a los ojos le dije: “más te vale que te comportes y obedezcas, no rompas y orines porque te tiraré por el balcón”. Recuerdo que el veterinario se negó a dármelo, pero le mentí diciendo que era una broma, que ¿cómo iba a tirar a este saco de pulgas por el balcón? Aunque no niego que le tengo aprecio, esos ojos grandes y desorbitados me gustan. No ladra y parece que no hay perro hasta que lo necesito. Es perfecto.

—Catán —Lo llamo y viene moviendo su cola frenéticamente.

Es un Pitbull color cobre, tiene dos años y es sumamente cariñoso. Pero solo con las personas de aquí o que están conmigo, el año pasado mordió al jardinero y asesinó a un perro de la calle. Por ese motivo no lo saco a pasear.

—¿Muerde? —pregunta Julieta cuando llega a mi lado, giro mi cabeza para​ sonreírle y negar en respuesta.

—Él no, pero yo sí —bromeo, reprime una sonrisa y estira su mano para acariciar la cabeza de Catán.

Castigo Caos#2 Where stories live. Discover now