Capítulo №31

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—Tienes las ojeras muy grandes y oscuras —comenta Marian mientras me aplica maquillaje.

—Ni idea por qué —contesto normal.

Pero la verdad sí sé a qué se debe, paso horas sin dormir, abrazada a la almohada y en más de una ocasión el amanecer me ha sorprendido. No sé por qué, calculo es debido a que mi mente está en blanco, es como si no encontrase la concentración o nivel de relax que necesito para conciliar el sueño.

—Bueno, por suerte he hecho magia y has quedado hermosa.

—Gracias por el cumplido, amiga —contesto con sarcasmo.

Termino de calzar mis sandalias y me echo una mirada al espejo, he quedo bien. Y con esta ropa que deja un poco de mi abdomen al aire libre, noto que sí estoy más delgada y no son ideas de los demás.

—Siempre envidiaré como se te ve el blanco, a tu piel le va genial —comenta Marian mientras ella se acerca a hacer lo mismo que yo.

—A ti todo te va genial —replico y tomo el regalo de Rossie de la mesa—. Vámonos, no quiero llegar tarde.

El día se encuentra hermoso, y aunque está algo fresco y el sol débil, se siente genial. Cada momento que nos acercamos al lugar de la fiesta —en una casa quinta a las afueras de la capital—, siento los nervios acumularse a la altura de mi estómago. Las rodillas me cosquillean y siento ganas de vomitar. Decidimos no ir a la ceremonia del bautismo puesto que es algo muy personal y yo no tengo tanta relación con Lana.

—Chris ya está ahí —avisa la rubia.

—Qué bueno. Estoy un poco nerviosa de encontrarme a Tobías —confieso con pena.

Digamos que sólo nos vemos en la oficina y en este mes de distancia hemos hablado poco, sé que está ofendido por haberme ido de la casa, pero no es motivo para hacer esto ni tratarme así de indiferente. Siento que desde que me enteré de su homosexualidad todo ha ido de mal en peor, siendo que no debería ser así, más bien deberíamos estar unidos y confiando uno en el otro. Considero que a veces es mejor vivir en la ignorancia, el conocimiento en ocasiones lastima.

Nada más llegar y bajar del auto tengo problemas para caminar en el césped, y eso que mis sandalias son aptas, otra cosa es la fría brisa que corre arremolinando mi cabello —pero gracias a la mano de los profesionales vuelve a su lugar—. También olvidé que aquí puede ser más descampado y por resultado más frío.

Hay una gran cantidad de autos, la fiesta es más grande de lo que imaginaba. Al pasar la tranquera de la casa nos encontramos con muchas mesas con manteles y sillas revestidas de blanco y detalles en rosa al aire libre. Hay mesas con muchas cosas decoradas en los mismos tonos y también otra en la que hay detalles en dorado, junto a un pastel con dos grandes anillos encima. La torta de compromiso.

Saludamos de forma general y llegamos a la mesa en la que se encuentran Stev, Phil y Tobías. Tras echar un vistazo no encuentro ni a Chris, ni a Ethan.

—Buenas tardes —saludo a todos y beso cada una de las mejillas. Marian hace lo mismo.

Hasta que me toca saludar a mi hermano y se anticipa poniéndose de pie y dándome un abrazo que me hace vibrar la columna; de esos que quitan el aliento y la soledad. No puedo evitar aferrarme a él cual garrapata y aspirar su aroma, me recuerda a cuando era una pequeña, sus brazos protectores siempre estaban y no sé qué sería de mí sin él. Casi me desvanezco este tiempo sin su atención.

—Lo siento, pequeña —susurra en mi oído—. Te extrañé mucho.

—Yo más —farfullo por hablar con su chaqueta pegada a mi boca.

Castigo Caos#2 Where stories live. Discover now