4. La subasta

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Me miró en el espejo de cuerpo completo.

Un reflejo que ni yo misma conozco, un vestido tan despampanante, podré brillar mucho con aquel trapo puesto pero mi cara dice todo menos felicidad.

Ya me han arreglado, un maquillaje tan cargado, nunca me han maquillado y siento que mis ojos arden por tanto. Algo tan elaborado. Han escogido un peinado sencillo que mantiene recogido todo mi cabello, solo se desprende una que otra hebra.

Me gusta el dorado y la madame Ricci a usado eso a su favor. El vestido brilla a todo con ese color, me gusta y les juro que estaría feliz si lo estuviera usando para otra ocasión, no para está.

Es de una sola manga, se transparenta casi toda la tela, con un body debajo que tapa lo necesario, lleva una abertura en uno de los costados de las piernas, brillos adornan la tela, me lo combinaron con unos tacones color negro —que por cierto no tengo idea como caminar, aún me tambaleó un poco, son demasiados altos para mí gusto—.

La chica que me arreglo ya se ha marchado. Escucho unos tacones por el pasillo, entra la madame. Luce un vestido negro, muy maquillaje muy bien elaborado y sus labios pintados de rojo como es costumbre.

—Te han dejado como la belleza que eres —me admira de arriba a abajo—. Sin duda has sido mi mejor inversión.

—Siempre me has alabado de lo bonita que soy, me has notado incluso hay algunas que no sabes su nombre, me has recordado que soy tu inversión la que te hará ganar más de lo normal, mi pregunta es ¿Por qué? —ahora se que será está la última vez que la veré me atrevo a preguntar—. Ya no la veré más, al menos me merezco alguna respuesta coherente.

—Tal vez algún día lo descubras, este no es secreto mío, solo lo guardo —su respuesta o eso parece, más bien son palabras vagas que no les encuentro sentido alguno—. Tu piensas que ya no me verás pero tengo una certeza que vas a regresar buscando lo que no te dirán.

—Quiere decirme pero luego no, quiero entenderla pero no puedo.

—No puedo decirlo, no es cosa mía, mis palabras pueden ser mi propia condena. Hoy no me entiendes seguro que más adelante lo harás —lo dice de una manera tan ligera sin apuros—. Sonríe demasiado para los clientes nena.

Deja a un lado lo demás que ha dicho, cómo si nunca lo hubiera hecho. Cómo dijo sus palabras pueden ser su condena, tal vez la tengan amenazada o solo quiere confundirme.

—Ya tienes que salir, las chicas ya se encuentran detrás del escenario. Tenemos que presentarlas a todas para que las aprecien por segundo, antes de que pasen una por una —caminamos para salir de la recamara.

Bajamos a la primera planta, seguimos por un pasillo puedo visualizar no muy lejos una voz que habla por un micrófono.

—Entra aquí —abre una puerta donde se encuentran las demás—. En unos minutos más las vendrán a buscar para pasar al escenario. —con eso último se va.

Miro a cada una, todas se ven guapísimas, sus vestidos, sus peinados, todo se ve bonito.

—Hoy es como saber nuestro destino —Yadira al parecer no le importa a dónde vaya— ¿Qué piensan hombre o mujer?

—Es lo de menos —responde una.

—¿Acaso no tienes miedo al saber que pueden utilizarte de todas maneras menos bonitas? —pregunta otra de manera miedosa eso desprende su mirada.

—Solo ansío la libertad, ustedes también no lo vayan a negar —de forma aburrida habla.

—Si, pero no de la manera en que vamos a recibir esa libertad —hace énfasis en la palabra «libertad»

Subastada al mejor postorWhere stories live. Discover now