24. Solo piel

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Jayden Friedrich

Berlín, Alemania

Las calles son transitadas por las personas que se dirigen a casa después de un laborioso trabajo de unas cuantas horas, la noche está por caer.
He caminado media hora para llegar al departamento, me gusta caminar casi no suelo utilizar el auto.

Llego al edificio donde vivo, subo al elevador y presiono el número a dónde me llevará. Cuándo las puertas se abren salgo para buscar la puerta de mi departamento, ingreso la llave y entro.

Me quito mi saco, me deshago de los zapatos de oficina y los remplazo por algo más cómodo. Voy a la cocina a beber un poco de agua.

El verano llegará dentro de poco y tengo demasiado trabajo. Me desajusto la corbata y me desabotono la camisa.

Este largo tiempo me ha servido reflexionar sobre mi vida. Me he mudado, he tenido algo tranquilo en la ciudad en la que nací. Me aleje de mi padre por mi bien aún así me jodió en muchos sentidos.

Tengo una cena dentro de un hora y todavía no estoy listo. Me tomo mi tiempo para arreglarme adecuadamente, antes me doy un baño que requiero. Busco un traje limpio.

Hace tres años que llegue aquí, ha sido un verdadero respiro. Aquí no siento tanto la soledad, al menos aquí hay alguien que de verdad me ama y me quiere. Mi mamá, Grace Hoffmann, antes la señora de Friedrich ahora ya no. Desde que ocurrió el divorcio borro todo lo que tenía que ver con mi padre, su único lazo que compartían era yo.

Cuándo vuelvo a salir del edificio decido tomar mi auto, el restaurante queda retirado. Conduzco por las calles de Berlín, me he acostumbrado a esto.
La soledad no es tan mala después de todo, incluso es la mejor sensación de sentirse libre de alguna manera.
Por años estuve acorralado por mi padre, por un momento lo sigo estando pero ya no tanto como antes.

Giro el volante para dar vuelta en la calle, estoy por llegar. Me paro en la entrada del restaurante.
Digo la reservación que han hecho y me llevan directo a la mesa.

—Pensé que no vendrías —aquellos ojos cafés claros me observan—. Estaba a punto de irme.

—Se me hizo tarde en el trabajo, tuve que ir al departamento todavía —explico.

—Ven acá —ya se lo que pretende.

Me acercó cumpliendo lo que dice.

—¡Felices treinta años cariño! —me abraza y dejo que lo haga, la única mujer que permito que haga tal acción—. Aún recuerdo cuando solo eras un bebé, ahora eres un hombre maduro y con un futuro por delante. Estoy ya orgullosa de ti hijo.

—Gracias mamá.

—He pedido tu platillo favorito —me hace saber.

Me sonríe con aquella cara llena de alegría, ya se notan las líneas de expresión. Se notan los años y el tiempo.

Llega la comida y con ello una botella de vino. Nos sirven. Yo solo la observo, no pienso beber.

—Lo siento hijo por lo del vino.

—No te preocupes mamá ahorita pido algo más de beber —no quiero que se sienta culpable.

—Siempre me voy a preocupar por ti, muchos años no estuve contigo y ahora lo quiero estar y cuidar de ti.

—Ya soy bastante mayor como para que sigas al pendiente de mi.

—Déjame compensar el tiempo perdido y aunque seas muy mayor sigues siendo mi hijo, mi único hijo y mi bebé —la calidez con lo que dice hace que no replique nada.

Subastada al mejor postorWhere stories live. Discover now