Epílogo

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Elaine Klein

Tiempo después

Aquí estoy de nuevo frente a un espejo viendo mi reflejo con un vestido blanco con flores de encaje, con un escote en uve muy pronunciado.

Me dan ganas de llorar de felicidad, está vez es felicidad y no de tristeza, está vez voy por mi voluntad y no en contra de ella. Estoy nerviosa, como aquella vez. Amo mi vestido, no lo odio, me veo y no lo creo.

Dentro de poco estaré uniendo mi vida de nuevo con el hombre que amo, justo abajo me está esperando por mi mano.

Años atrás así inicio mi vida y ahora lo volveré hacer, me casare con Jayden Friedrich por amor a él, por voluntad propia. Estoy por tocar la felicidad, es hora de seguir de crear una familia a su lado con nuestra hija.

El mismo lugar, diferente época. Más maduros, más decididos y más enamorados que nunca.

La parte de la falda es esponjado con brillo, y la parte de abajo lleva flores que van de abajo hacia arriba, me encantó desde que lo vi. Tiene unas mangas que llegan hasta mis codos bordados de flores. Es mi turno de brillar.

Retengo mis lágrimas, me veo y hay una enorme sonrisa en mi rostro, no cabe la felicidad en mi. Aún puedo sentir el recuerdo de cuándo me pido matrimonio. Atesorare ese día para siempre en mi corazón y mi mente.

Me llevo a la playa, como años atrás había prometido, cumplió cada una de las promesas que no pudo antes. Ame cada momento a su lado, ame ver los atardeceres tomados de la mano sentados en la arena y sonriendo como tontos.

Aquella noche me llevo a la playa a dar una vuelta, yo llevaba un vestido de verano largo y suelto y el solo iba en una camiseta con unos shorts. Recuerdo perfectamente cada detalle, la luna con las estrellas.

Mientras caminábamos tomados de la mano, se detuvo para contarme que me amaba, me abrazo tanto y luego se puso de rodillas.
De su bolsillo saco una cajita con un anillo reluciente.

—Cásate conmigo, conviértete en mi mujer.

Esas fueron sus palabras, yo estaba al borde del llanto porqué no podía creerlo.

Solo me lance a sus brazos y besarlo como si no hubiera un mañana, le repite tantas veces que aceptaba que aún sonrió.

—Tenía que hacerlo, antes no lo hice porque aún no te amaba y ojalá lo hubiera hecho. Ahora es lo correcto.

Me pidió matrimonio como antes no pudo.

Ahora estoy aquí, a punto de casarme.

Mi mamá entra en la habitación interrumpiendo mi soledad.

Ve, sus ojos se cristalizan.

—Te ves hermosa hija —se acerca para darme un abrazo—. No puedo creer que te casas.

Hace lo posible por no llorar.

—Estoy igual que tú mamá, no me lo creo, todo esto que siento. Hay una felicidad en mi pecho tan enorme que no me cabe —lo digo en serio—. Por segunda vez me caso con el mismo hombre.

Me acaricia la mejilla.

—Tu carita refleja toda la felicidad del mundo, brillas corazón. Es hora que seas feliz, lo mereces después de todo —hay unas arruguitas que se le forman—, disfruta este día y guárdalo como ninguno.

—No voy a llorar —sonrió y abanico mi cara con mis manos—, aún no.

—Claro, ya no te diré cosas que hacen que te pongas sensible —ella también trata de disimular las lágrimas—. No vamos a estropear ese maquillaje perfecto.

Subastada al mejor postorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora