Capitulo 32

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—Hyung Sik es un hombre especial... Siempre lo supe, desde el primer momento. Pero nadie escapa de él, niñero... Porque te atrapa de formas en las que sólo podrías soñar. Así que cuando viene el primer golpe, no es tan malo —sonrió—, porque nunca te da algo que tú no hayas pedido.

Hyung Sik jamás hace algo que tú no quieras,. ¿No es aterrador? Es capaz de lograr que supliques por él... Yo le rogué que me golpeara; le rogué que perdonase a su joya rebelde, porque él no iba a sobrevivir a lo que vendría. Le rogué tomar su lugar, porque por más que duela, él jamás haría algo que arriesgue mi vida... Así que azotó mi cuerpo una y otra vez con aquellas barras de acero, cortó mi piel con esas varas llenas de pequeñas puntas que se clavaban en mí, rasgándome hasta el punto en que fui incapaz de sentirlo...

Golpeó cada parte de mi cuerpo tal cual hubiese hecho con aquel chico estúpido; limpió mi sangre con su lengua, besándome con adoración y luego, acarició cada lugar de la forma más delicada que pudieses imaginar. 

Porque Hyung Sik me ama; tanto así, que no deseó que lo olvidara mientras las cadenas estaban partiendo mi piel y cortando el aire que respiraba... Me ama, tanto... Tanto, que me penetró una y otra vez, para que no olvidase que le pertenezco sólo a él... Me ama, así que me da exactamente lo que pido.

Mi cuerpo es suyo, así que me tomó sin descanso hasta que apenas fui consciente de la forma en la que mi cuerpo lo recibía, para que comprendiera que no deseaba lastimarme. Mi sangre se mezcló con cada gota de él... Todo en mí le pertenece... Porque Hyung Sik me ama. Me amó desde la primera noche... Me amó aunque le pertenecía a alguien más... Me amó hasta que su amor fue mucho más importante que todo.

Su ceño se frunció al notar la humedad resbalar por sus mejillas. Sus dedos limpiaron las lágrimas que habían caído sin darse cuenta, riendo confundido por su reacción. El pelinegro sólo lo observaba, su expresión indescifrable para su protegido quien comenzaba a desesperarse ante la forma en que sus emociones lo sobrepasaban.

Empujó con fuerza a su niñero, queriendo distancia al comenzar a sofocarse; sus piernas, que habían estado luchando por sostenerlo, se doblaron sin ser capaces de soportar su peso. Jadeó en busca de aire, sin poder contener la risa cuando el pánico lo rebasó, las náuseas volviéndose difíciles de controlar.

—Anda... Puedes decir lo asqueroso y desagradable que este juguete usado es... Puedes hacerlo... ¡Repítelo!

Se acercó a él, apoyando una de sus rodillas en el suelo y atrayéndolo, su boca golpeando de forma hambrienta la de su protegido, profundizando el beso contra los débiles reclamos que Pete daba.

Sintió los dedos de Pete sostener su ropa, temblando ligeramente mientras luchaba por responder con desesperación la intensidad del beso. Se separó de él luego de un rato, relamiendo sus labios y observando con desconfianza al pelinegro que ahora sostenía su cintura, apegándolo a su cuerpo con fuerza, sus dedos quemando en cada parte de su piel.

—Lo siento. Lo siento, Señor; no pude protegerlo —susurró, sentándose por completo ahora en el piso, dejando que el cuerpo de su protegido se acomodase entre sus piernas, abrazándolo en un intento por protegerlo, aunque fuese algo inútil ya.

Pete cerró sus ojos, aspirando el aroma de su niñero, embriagándose con la intimidad de aquel momento y olvidando por completo el temor que sintió aquella noche, esperando por Vegas pese a saber que era algo imposible.

—Nadie puede protegerme... ¿No lo entiendes? —musitó, apegando su cuerpo aún más al de Vegas, sintiéndose repentinamente tan cansado—, tu presencia es innecesaria...

Untouchable - VegaspeteWhere stories live. Discover now