Brahms Heelshire-El Niño (parte1)

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Advertencias: uso de la palabra coño, implícito consentimiento

Cerraste la puerta lentamente, rogándole a cualquier dios que Brahms finalmente estuviera en la cama, tres veces ahora, 'Olvidaste mi agua', 'dijiste que me leerías', '¿un beso más?' había dicho hasta que tuviste suficiente.

- ¿Brahms?-

- ¿Mhm?-

- Por favor, ¿puedes quedarte en la cama de verdad?- preguntaste cansadamente, agachándote para desabrochar su máscara, por fin, sabiendo que de esta manera te tomaría en serio.

Como siempre, se puso rígido, con los ojos cerrados con fuerza, preparándose como si esta vez finalmente fueras a alejarte de él con disgusto como había anticipado la primera vez. Como siempre, la porcelana se cayó para dejar al descubierto su rostro, sus cejas rectas y pobladas, sus ojos ligeramente caídos enmarcados por largas y oscuras pestañas. Su labio inferior carnoso que su lengua salía para humedecer. Y, por supuesto, la cicatriz que le envolvía el cuello en zarcillos pálidos y arrugados. Su rostro se calentó cuando lo admiraste, sintiéndose en algún lugar entre inspeccionado y abrumadoramente admirado.

- T/n- murmuró, mirando hacia otro lado.

Sonreíste, presionando tus labios contra los suyos, él hizo un ruido suave cuando te apartaste, su cara enrojeciendo.

- Te quedarás ahora, ¿verdad?- dijiste enfáticamente.

- Sí- murmuró, el timbre profundo de su voz real te tomó con la guardia baja.

- Buenas noches-

- Te amo- dijo con voz ronca.

- También te amo- dijiste

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Dejas escapar un gemido ahogado. Los meses en la mansión desde que se descubrió a Brahms habían sido tensos, muchas malditas emociones, y todas ellas pululaban alrededor de Brahms, por un lado, él era... inquietante, en muchos sentidos era más desagradable que la muñeca que reemplazó. . Pero más que nada, era tan dulce, por mucho que te asustara al principio había algo tan entrañable que por cada error hacía un punto para redimirse diez veces.

Y estabas creciendo para aceptar que lo amabas. Era algo nuevo y probablemente peligroso lo que sentías por él. Todo, desde el resentimiento hasta la lujuria, a veces sentías que él sabía cómo te volvía loco, dándote un latigazo, sin embargo, lo único que sentías todo el tiempo era necesidad.

Ahora lo necesitabas tanto como él te necesitaba a ti. Peligroso.

Te dolía de una manera que tres minutos en el baño o cinco debajo de las sábanas no podían arreglar y todo era por su culpa. Y peor que eso es el hecho de que sabías que él te quería de la misma manera.

Caminaste hacia tu tocador, demorándote un momento, sabías lo que te esperaba debajo de cada capa de ropa meticulosamente doblada. Los arrastraste, tu mano rozó el plástico, te retrajiste con el juguete más bien delgado, se doblaba como un punto g y un vibrador para el clítoris, curvado de una manera que Brahms no debe haber identificado cuando rastrilló tu ropa en el pasado.

Echaste un vistazo a la puerta, cerrándola y comprobando dos veces su eficacia con un sonajero.

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Habitaciones sobre Brahms tiradas en la cama, sabía que lo había prometido, pero no estaría de más pedir dormir en tu cama, pensó. Se deslizó fuera de sus sábanas, arrastrando los pies en silencio hacia tu puerta, estirando la mano para abrir la puerta, cuando se encontró con una resistencia que burbujeaba en su pecho. Justo cuando iba a llamarte escuchó un suspiro, luego otro. Sus ojos se abrieron de par en par con la realización. En silencio, se deslizó a través de uno de los paneles de la pared como lo había hecho docenas de veces antes.

One shot- Smut ||Where stories live. Discover now