13. Martina

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Desperté y fui al baño para asearme, no tenía nada para cambiarme, pero tenía que ir a la casa a buscar mis cosas

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Desperté y fui al baño para asearme, no tenía nada para cambiarme, pero tenía que ir a la casa a buscar mis cosas. Lo de quedarme en casa de Adri me resultaba confuso luego de lo sucedido, pero no tenía opción y, a pesar de todo, sabía que podía confiar en él.

Lo que sucedió entre nosotros había sido tan raro como intenso, pero incluso así tenía la sensación de que Adrián era un puerto seguro, no sé por qué, era de lo más extraño porque en otras circunstancias me hubiese sentido de lo más incómoda. A lo mejor era la confianza que le tenía o la tranquilidad de saber que no iba a burlarse de mí, si no lo había hecho antes no lo haría ahora... Podía ser vulnerable con él, y, pese a que ni yo misma acababa de comprenderme y sacando la vergüenza que me azoraba, no me sentía con ganas de huir a otro continente, sentía que podía enfrentar lo sucedido.

—Buenos días —dijo al verme ingresar a la cocina. Había preparado el desayuno—. ¿Café con un poco de leche?

—Sí —sonreí.

Me sirvió y luego se sirvió él. El silencio era tenso y cuando los dos nos quedamos frente a la comida suspiré.

—Adri, yo... ehm...

—No tienes que decir nada, Marti, en todo caso debo disculparme contigo si te he ofendido...

—No, ¿por qué habrías de hacerlo? —pregunté y él sonrió.

—En ese caso quedamos en que todo sería igual.

Pero no podía serlo, había algo que había cambiado y yo podía sentirlo entre nosotros esa mañana. Aun así, asentí.

—Te acompaño a buscar tus cosas. ¿Estás segura de que él no estará? —preguntó—. Todavía tengo ganas de matarlo, Martina... si quieres protegerme, asegúrate de que no lo veremos.

Me reí, notaba su esfuerzo para que todo fuera normal.

—Tiene una junta hasta el mediodía —expliqué—. Yo he cancelado mis citas de la mañana.

—Bien...

De nuevo el silencio.

—¿Estás seguro de que no quieres que lo hablemos? —pregunté.

—No, quiero que hagas las cosas como pensabas hacerlas, que te conviertas en tu prioridad y que salgas de ese sitio en donde no estás siendo valorada. Eso es lo que más importa ahora mismo... —determinó.

—Pero tú... —insistí.

—Yo estoy aquí, contigo... y seguiré estando para ti de la forma en que me necesites.

Fue tajante así que no insistí, después de todo tampoco tenía claro qué decir. Terminamos de desayunar y yo me ofrecí a lavar mientras él se daba una ducha y se cambiaba, después salimos con destino a mi casa y una vez allí, busqué una maleta para guardar lo necesario.

Una chica como yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora