32. Martina

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Estaba desatada, había algo dentro de mí que se soltó y no lograba volver a unirlo

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Estaba desatada, había algo dentro de mí que se soltó y no lograba volver a unirlo. No podía dejar de pensar en todo lo que sentía cuando estábamos juntos, en todo lo que deseaba hacer, en todo lo que por años no había experimentado y que ahora tenía al alcance de mis manos.

Me gustaba sentirme así, tan mía, tan sensible, tan sexual. Y estaba segura de que ese fin de semana con su familia nos marcaría a ambos. Confiaba tanto en él que me permitía ir más allá de mis trabas mentales y mis miedos, de todos los tabúes que siempre había tenido con respecto al sexo, estaba dispuesta a probar todo lo que él me ofreciera o lo que yo tuviera ganas de experimentar y eso me parecía alucinante, ni siquiera me reconocía en mí misma, lo que me resultaba tan increíble como refrescante.

El viaje en auto fue divertido, él colocaba constantemente sus manos en mis rodillas y a veces subía un poco más, mucho más, casi hasta el sitio donde mi muslo se unía a mi cuerpo y la punta de su dedo índice estaba tan cerca de mi centro que me daban ganas de moverme para sentirlo allí. Yo lo observaba conducir y lo acariciaba también a gusto, el rostro, el brazo, las piernas. Escuchábamos música y hablábamos de nuestros gustos, cantábamos a voz suelta y cuando parábamos para ir al baño o comer algo, nos abrazábamos y nos llenábamos de besos.

Cuando llegamos a la casa de campo, su madre salió a recibirnos. Primero lo abrazó a él con muchas ganas y luego a mí, me dijo que estaba preciosa y que hacía demasiado tiempo que tenía ganas de volver a verme. Luego saludamos a su padre y nos sentamos a comer. Su hermano y su familia llegarían recién al día siguiente.

Después de comer fuimos a pasear por la propiedad con sus padres, ellos le contaron cosas de sus vidas y le preguntaron a Adri sobre su trabajo y su situación con Alana y el niño.

—¿Entonces qué sucederá con Nahui? —quiso saber su madre.

—Al parecer Alana no quiere que lo adopte, no puedo obligarla...

—Es una pena, todos nos encariñamos mucho con él —añadió su padre.

Me preguntaron por Juanjo y les comenté que también habíamos terminado y que llevaba sola un buen tiempo.

—Bueno, sola como se dice sola, no estás —susurró Adri en mi oído y yo solo sonreí.

Todo había sucedido de una manera tan extraña que yo no tenía idea de qué éramos o en qué nos estábamos convirtiendo.

El resto del día se fue rápido, nos pasamos la tarde preparando cosas para la fiesta, ayudé a Estela a preparar la comida mientras Adri y su padre limpiaban el patio de las malezas que había.

—¿Crees que esa muchacha le dará el niño? —preguntó de pronto.

—No lo sé, espero que lo haga porque él está sufriendo y Nahuel también, pero supongo que también la comprendo un poco.

—¿Cuáles son sus motivos? —quiso saber.

—Básicamente le da miedo que cuando Adri forme su hogar, el niño pase a segundo plano... dice que no desconfía de él, pero no puede poner las manos en el fuego por la mujer a quien él elegirá... Tiene sentido si te pones en su lugar —admití.

Una chica como yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora