45. Adrián

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Necesitaba que Martina estuviera bien, por lo que me esforcé mucho esa semana por ser y estar para ella

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Necesitaba que Martina estuviera bien, por lo que me esforcé mucho esa semana por ser y estar para ella. Por momentos parecía ida, sumida en sus pensamientos o recuerdos, pero yo no le decía nada, solo me quedaba allí esperando a que volviera.

Por primera vez desde que comenzamos nuestra relación, no tuvimos sexo por toda una semana. No era mucho tiempo y no era para nada algo que me afectase a mí o mis sentimientos por ella, pensaba que si no estaba bien emocionalmente no iba a querer nada, era normal, pero yo no quería dejar de recordarle lo bella que era así que hacía comentarios o le regalaba caricias cuando la tenía cerca.

Ella no decía mucho, solo sonreía, me besaba y no continuaba. No me alerté por eso, las relaciones son así, lo sé muy bien, lo único que deseaba era ser lo que ella necesitara en aquel momento.

—¿Vamos a ir el sábado? —pregunté—. Yo les confirmé a los chicos.

—No lo sé, Adri. No sé si estoy emocionalmente estable como para enfrentar a esa banda de... inmaduros...

—Marti...

—Sí, lo sé, son tus amigos... pero sabes muy bien que para mí no son nada...

La entendía, pero yo quería que ella formara parte de mi mundo, no quería que sucediera como con Juanjo, quería que viera que no me avergonzaba de ella, que se sintiera parte...

—Puedes ir tú, si quieres —dijo y yo negué.

—Si no vas no voy a ir...

Me miró con el ceño fruncido, como si lo que yo dijese fuera de lo más raro.

—¿Qué sucede? —pregunté.

—¿Por qué dependes de mí para ir? Son tus amigos de siempre, los ves todo el tiempo... Nada debería cambiar...

—Porque quiero que sepan que somos novios, que estamos saliendo. Sebas siempre lleva a Flavia a las reuniones, ella es una más del grupo, también fue así con Mara durante el tiempo que salió con Bruno... Quiero que tú también seas parte.

—Bruno es tu mejor amigo, pero es el mismo que hacía sonidos de pedos cuando yo me sentaba en la clase de Matemáticas. Tenía que despertarme media hora más temprano para asegurarme de llegar antes que él para evitar que todos se rieran de mí. A ellos les escuché decirte que no comprendían por qué eras mi amigo...

—Marti —dije y la abracé por la espalda—. Éramos unos idiotas. Mira, haré que los dos te pidan disculpas...

Aquello me pareció una idea grandiosa, le haría bien a ella y pondría a mis amigos en su lugar, debían respetarla y aceptarla, era mi novia, mi mujer, mi pareja.

Martina negó.

—Sé que pasó hace mucho, pero las heridas, Adri... no se borran con facilidad. Yo no te pediría jamás que dejaras de frecuentarlos, pero no me obligues a mí a hacerlo... —insistió. Estaba en una encrucijada, porque era obvio que no iba a obligarla, pero si ella se aislaba, tampoco podríamos evitar seguir girando en el mismo círculo.

Una chica como yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora