29. Adrián

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Cuando llegué a casa esa tarde dispuesto a preparar mis cosas para el viaje del día siguiente y relajarme, no esperaba encontrármelo en la puerta

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Cuando llegué a casa esa tarde dispuesto a preparar mis cosas para el viaje del día siguiente y relajarme, no esperaba encontrármelo en la puerta.

—Juanjo —saludé de mala gana.

—Hola, Adrián. Vengo a buscar a Martina...

—¿A Martina? —Me quedé mudo y confuso. Hacía meses que no sabíamos nada de él.

—Sí, pero supongo que no está porque llevo media hora tocando el timbre.

—No suele llegar a estas horas, siempre tiene pacientes hasta las seis o las siete. —Me perturbaba que no conociera sus rutinas.

—Sí, tienes razón. ¿Puedo pasar a esperarla?

No podía decirle que no, así que lo dejé ingresar. Se sentó en la sala y le ofrecí un vaso con agua.

—¿Cómo va la vida? —inquirió.

—Bien, ya sabes... lo de siempre.

—¿No has regresado con tu chica? —preguntó.

—¿Con Alana? No, ya no es mi chica —respondí—, pero nos llevamos bien.

—Ya... Era una mujer hermosa... —comentó.

—Sí... Lo sigue siendo...

—¿Martina no te ha hablado de mí? —preguntó entonces y yo levanté las cejas confundido.

—No... bueno, hace rato que no hablamos de eso...

—Ya... me dijo que hablaríamos, pero luego se borró. No contesta mis mensajes ni mis llamadas...

—A lo mejor es que no quiere hablar. —Lo admito, soné bastante desagradable, pero ¿qué otra cosa podía decir?

—Claro, pero quiero volver a intentarlo con ella, así que no pienso darme por vencido... Sé que no estuve bien, no sé qué es lo que sabes de nosotros, pero...

—Lo suficiente —interrumpí—. Creo que Martina está en otra etapa de su vida en este momento, está enfocada en su carrera, en su crecimiento personal, en encontrarse a sí misma... Deberías darle espacio...

—Ah, supongo que a todas las chicas les entra esa tontería del encontrarse a sí mismas y no sé qué —bromeó y a mí no me dio risa—, Martina solo está confundida, pronto se dará cuenta de que lo mejor es que volvamos a estar juntos.

—¿Sí? ¿Y eso por qué? —cuestioné con hostilidad, me costaba no echarlo de mi casa.

—Pues porque no va a encontrar a alguien mejor que yo...

—¿No?

—No... —respondió con seguridad—. Martina no es alguien que pueda encontrar un reemplazo tan fácil, no es como Alana.

Aquella respuesta me dio asco y más ganas de romperle la cara.

—Martina puede estar con quien quiera, Juanjo, es hermosa...

Me miró como si estuviera diciendo la mayor de las tonterías.

—Sí, es linda de cara, claro...

Fruncí el ceño.

—Y de cuerpo también, ¿no la has visto?

Me miró con extrañeza.

—Bueno, ahora está de nuevo con sobrepeso, pero cuando baja más es bonita...

—Dime una cosa, Juanjo. ¿Para qué quieres volver con ella? No parece que te guste demasiado.

—Bueno, nadie es perfecto, ¿no? Eso no quiere decir que no me guste, solo... —se encogió de hombros—, es buena compañera, se preocupa por mí y me cuida bien...

—Ya... ¿Estás buscando a una madre o a una pareja, Juanjo?

Juanjo se echó a reír como si yo estuviera bromeando y a mí las ganas de romperle la cara me crecían por segundo.

Por suerte, o no estoy seguro, en ese instante Martina abrió la puerta y la sonrisa se le congeló cuando lo vio allí sentado en el sofá.

—Vino a buscarte —dije con tono irritado.

—Ya... Hola... —saludó ella.

Juanjo se puso de pie y se acercó a ella como para besarla, como si aún tuviera ese derecho. Martina se zafó a tiempo y yo cerré mis manos en puño.

—¿Qué sucede, Juanjo? —preguntó.

—Quería hablar, hace mucho que te lo pedí y luego desapareciste.

—No le quedan claras las señales —dije y Martina me miró con curiosidad—. Les dejo solos...

—No, mejor vamos a tomar un café —pidió Juanjo—, yo te invito...

Martina suspiró y asintió, luego me miró y se mordió el labio. Parecía que quería decirme algo, pero Juanjo no dejaba de mirarla y casi empujarla hacia afuera, así que salió.

—Vuelvo al rato —dijo y yo no respondí.

Fui a darme un baño y luego decidí salir a dar una vuelta, estaba nervioso y me daba miedo que Martina volviera a caer en las garras de ese idiota.

Fui a darme un baño y luego decidí salir a dar una vuelta, estaba nervioso y me daba miedo que Martina volviera a caer en las garras de ese idiota

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Una chica como yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora