40. Adrián

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De vuelta en la ciudad después de un fin de semana perfecto la vida volvió a su ritmo

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De vuelta en la ciudad después de un fin de semana perfecto la vida volvió a su ritmo. Martina se había mudado a mi habitación apenas llegamos el domingo, cansados luego del viaje. Nos dimos un baño juntos y nos echamos a dormir.

Estar con ella era tan cómodo como placentero, era como si hubiéramos vivido juntos toda la vida, como si nos acopláramos en todos los aspectos, tan bien, como lo hacíamos en el sexo. Martina me había demostrado ese fin de semana lo a gusto que se sentía consigo misma, lo mucho que había aprendido y crecido en los últimos meses, y a mí eso me hacía sentir bien a un nivel que me era totalmente nuevo.

Comenzaba a comprender lo que una vez me había dicho mi padre sobre querer lo mejor para los seres que amamos. Esto iba mucho más allá que eso, era una satisfacción inmensa saber que se estaba haciendo bien a sí misma, que aprendía a quererse, a cuidarse, a respetarse, a aceptar que merecía lo mejor del mundo y de la vida.

El lunes por la mañana tuve que salir temprano, tenía una junta de trabajo y ella se había tomado la mañana para descansar. Así que apenas la besé en la frente y me tomé un café veloz antes de salir. Estaba medio dormido, pero aun así no podía faltar a esa reunión porque estábamos por cerrar con una cuenta grande que podría darnos muchos beneficios.

La reunión se alargó más de lo esperado, por lo que cuando acabó eran casi la una de la tarde y yo moría de hambre. Pensé que Marti ya habría ido al consultorio, por lo que se me ocurrió hacer otra cosa que le había prometido el fin de semana y fui hasta el local donde trabajaba Alana.

—Hola, justo estaba por salir a almorzar —dijo al verme.

—A eso venía, a invitarte a almorzar.

Me miró raro y frunció el ceño.

—¿Qué te traes? —preguntó.

—Acompáñame y hablaremos —respondí.

A pesar de todo nos seguíamos conociendo bastante, por lo que era lógico que iba a parecerle raro aquel arranque de caballerosidad.

Caminamos hasta un restaurante cercano, nos sentamos e hicimos el pedido.

—¿Es por Nahuel? —preguntó.

—No... quiero contarte algo...

—Bien —admitió y la noté nerviosa—. ¿Qué sucede?

—Estoy saliendo con alguien —comenté.

Ella asintió, suspiró y bajó la vista por un minuto antes de volver a verme.

—Con Martina —agregó con certeza.

—¿Cómo lo sabes? —pregunté.

—Era obvio que iba a suceder, los vi cómo se miraban en el cumple de Nahuel... —sonrió—. ¿Por qué me lo cuentas?

—Porque todavía no pierdo las esperanzas de que me permitas adoptar a Nahui y creo que es una información importante si quiero que me tomes en serio.

Una chica como yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora