|| Capítulo 4 ||

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La prueba de ADN no hizo más que afirmar su hipótesis: habían captado al culpable y pronto sería puesto a disposición judicial. Un éxito, lo que siempre se debía esperar del trabajo de Alemania. Cero errores, cero lamentos, un trabajo como siempre impecable.

Tan impecable era su trabajo como lo eran sus informes periciales, siempre escritos con el más sumo detalle para que su superior, América, director de la comisaria judicial, no tuviese problema alguno al enviarse los documentos a fuentes jurídicas.

Justo estaba en aquel mismo momento esperando a las afueras de su despacho, apoyado en la pared, abrazando a un archivador con todas los datos escritos y su mirada perdida en los pasillos de la instalación. Bueno, sólo no estaba; Rusia le acompañaba (por obligación de oficio) a su derecha, apoyado igualmente en la robusta pared de piedra a una prudente distancia, también ensimismado en sus propias cosas, esperando a que les llamasen entrar.

El silencio era, como siempre, pesado entre ambos. Aún habiendo tenido ciertos momentos agradables entre los dos, parecía que para Alemania aquello sólo eran efímeros instantes de debilidad y amabilidad, y no realmente una intención de hacer amistades, ni suavizar su relación. 

Era incómodo; pretender llevarse bien con un superior que no quería trabajar contigo y tener que soportarle durante toda tu jornada laboral, por lo que aunque fuese difícil, quería al menos mostrar que no tenía malas intenciones con él.

Así, intentó sacar conversación. Giró su rostro hacia el azabache y con voz totalmente genuina, inocente y sin ánimo de ofensa, dijo—Hueles como a perro.

Bien, eso en su cabeza sonaba mucho más amable.

—...—La cabeza de Alemania se fue tornando muy lentamente hacia él, sus ojos grises clavándose con semblante oscuro en los ajenos, mirándole sin una pizca de gracia en el rostro.

—O sea no-

—¿DE QUÉ—carpetazo—COÑO—carpetazo—VAS?—y un último carpetazo en el brazo ajeno fue la respuesta del omega.

—¡Ey ey! ¡Auch!—Rusia se intentaba defender de sus golpes; parecía que no, pero aquel jodido archivador era duro como una piedra—¡Quería decir que- quería decir que en plan hueles como que tienes un perro! ¡Agh, eso no suena mejor!

Alemania le gruñó, encarando con el ceño y nariz arrugadas al más mayor, volviendo a propiciarle un carpetazo en su costado—¡PUES SÍ, ES DE MI PADRE!

—B-bien—atinó a contestar el eslavo, avergonzado por la mala reacción de su superior, poniendo sus brazos en cruz para defenderse de un último golpe—Perdón.

Alemania le miró mal por una última vez, girando dramáticamente su cabeza, pelo negro revolviéndose con aire teatral. Abrazó de nuevo su archivador, pero esta vez con un semblante enojado, mirando a los pasillos con cejas enfurruñadas y labios arrugados.

Rusia suspiró para sí mismo, agarrándose del puente de la nariz; realmente se le daba mal socializar. Siempre solía tener un amigo extrovertido para ayudarle, pero esta vez estaba solo, y no le estaba saliendo muy bien.

El silencio volvió a reinar por unos minutos en los que el alemán resoplaba por la tardanza del americano, queriendo darle los estúpidos documentos de una vez. Aunque una pequeña espinilla le molestaba por dentro, ahora consternado por las palabras del mayor.

—¿...De verdad huelo tanto a perro?—la repentina pregunta dejó mudo al alfa, que tartamudeó un par de veces buscando sus palabras, frunciendo el ceño y observando al menor, que le miraba con una ceja alzada.

—O sea no- digo, solo un poco, si te fijas bien, nada más.

—¿Y por qué mierda me estás olfateando?

𝐈𝐧𝐝𝐨𝐦𝐚𝐛𝐥𝐞 - RusGer || OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora