|| Capítulo 18 ||

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Para Rusia, aquella media hora en coche había sido la más larga de su vida.

Alemania se había dormido, o quizás estaba medio inconsciente, pero el punto era que no había hecho mucho ruido desde que comenzaron el viaje; a veces se recolocaba en sí mismo, encogiéndose en busca de calor corporal, mini quejidos saliendo de sus labios de vez en cuando.

El ruso, con miles de pensamientos y preguntas en su cabeza, miraba de reojo al omega a su lado, asegurándose cada cinco minutos de que estaba bien, hasta que por fin el bloque de pisos en el que vivía se veía a la distancia. Entraron al garaje común de la urbanización, aparcando el coche en su sitio con un suspiro cansado.

Saliendo del vehículo, Rusia le dio la vuelta hasta volver al asiento de copiloto, abriendo su puerta y mirando el rostro dormido del alemán. Le observó por unos segundos, decidiéndose por fin en posar su mano en el hombro ajeno y agitarle levemente.

—Despierta, Ale, ya estamos.—Los ojos de Alemania se abrieron con un par de parpadeos, sus borrosos ojos y pupilas dilatadas mirando cansados al eslavo.

Puso un pequeño puchero, volviendo a cerrarlos y acomodándose en el asiento. Rusia rodó los ojos, agarrando el brazo ajeno y tirando de él con algo más de fuerza hasta que el alemán saliera del coche.

—¡Oye...! Pedazo de bruto—se quejó el alemán con voz áspera y adormecida.

Sus piernas tambaleraon, pasos descordinados por la fuerza usada y la todavía persistente embriaguez en su sistema. Se tropezó con si mismo, amenazando con caerse cuando chocó contra el cuerpo fuerte del ruso, que le agarró de ambos brazos y le estabilizó, dejando que se apoyase encima suya.

—Deja de quejarte—Ordenó con voz suave pero severa.

Alemania frunció el ceño, pero hizo caso y pasó sus brazos por el abdomen ajeno, dejando caer su cabeza contra el pecho del mayor y volviendo a cerrar sus ojos. Rusia, con un leve suspiro, le dejó estar, pasando también uno de sus brazos por el cuerpo contrario para asegurarse de que no se cayera.

Tras cerrar el coche, Rusia fue tirando de Alemania hacia el ascensor del edificio, resoplando anta la fuerza con la que el alemán le abrazaba, asemejándose a una pesada lapa.

—Vamos Alemania, puedes andar tú solo.

Mmmhm, pero estás calentito...—Contestó con su cara pegada al torso ajeno, voz entumedecida, una pequeña risita tonta saliendo de sus labios.

Metiéndose ya en el ascensor, el eslavo le miró con una mueca desaprobatoria—¿Tienes frío?

—No mucho.

—¿Entonces?

—Es que estás muy cómodooo...—alargó sus sílabas, restregando su cara y, con una sonrisa boba, alzó su vista para mirar al ruso. Así, levantando su dedo índice, apretó este contra los pectorales del mayor, el músculo hundiéndose ligeramente—Boop.

—...—Rusia le miró sin emoción, cara de poker intentando entender lo que estaba pasando, las risitas de Alemania y su dedo jugando con distintas partes de su piel, divriténdole cada vez que apretaba su pecho y se movía.

Boop.—se carcajeó de nuevo, volviendo a alzar su mirada con brillo travieso.

—¿Te diviertes?—Murmuró el ruso, mirando los pisos que quedaban hasta el sexto.

Alemania asintió contra su pecho, dejando esta vez toda su mano apoyada en el pectoral ajeno y apretando divertido.

Ante ello Rusia sí que frunció el ceño, avergonzado e irritado por cómo el alemán jugaba con su cuerpo como si fuese plastilina. Agarró la muñeca del alemán y la apartó firmemente, volviendo a tener que apartarla un par de veces más ante la insistencia ajena. Apretó sus dientes, mirando de mala forma al menor.—Basta ya, Alemania.

𝐈𝐧𝐝𝐨𝐦𝐚𝐛𝐥𝐞 - RusGer || OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora