|| Capítulo 27 ||

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Alemania estaba seguro de que se había saltado más de una norma de seguridad vial, pero con el corazón en la garganta y sudor frío recorriendo sus manos, había ido lo más rápido posible hasta la comisaría tras haber terminado su labor en la escena del crimen.

Ya era por la tarde, las farolas se iban encendiendo a medida que conducía; quedaría aproximadamente una hora y media para que el ruso terminase de trabajar en la morgue, y necesitaba verle antes de que se fuese.

Con el sol poniéndose en el horizonte, Alemania aparcó el coche patrulla en el parking de la comisaría, movimientos rápidos y torpes mientras cerraba de un portazo y bloqueaba el vehículo, guardándose las llaves en el bolsillo de sus pantalones. Fue a paso rápido hacia la entrada, un trote nervioso que acompañaba su pesada y acelerada respiración.

Cuando el ascensor se abrió, Alemania se dio el lujo de intentar controlar su respiración, cerrando sus ojos en el solitario compartimento y entrelazando sus dedos en una intranquila manía. Contó hasta diez, inhalando y después exhalando en repetidas ocasiones hasta que, con un pitido agudo, el ascensor paró su movimiento y las metálicas puertas se abrieron ruidosamente, la pequeña pantalla enseñando la planta en la que estaba.

Tragó saliva, saliendo con pasos cautelosos y con un ritmo mucho más lento comparado con el anterior. Ahora que había llegado a su destino...toda su valentía se había ido al caño. Miró la gran puerta que aislaba el pasillo de la morgue, aire frío pudiendo sentirse desde ella, preservando muertos, preservando pruebas, y manteniendo al hombre que amaba separado de él.

¿Había hecho bien en venir? Había sido tan de sopetón...las palabras del americano le habían animado, pero ahora que se tenía que afrontar a ello, no sabía si podía.

Tch, basta Alemania, un hombre, trágate el miedo, joder—se dijo a sí mismo, agitando la cabeza de un lado a otro para disipar aquellos pensamientos depresivos.

Frunció el ceño, y levantando su mano hecha un puño, dio tres fuertes golpes a la aislante puerta.

Segundos pasaron pero se sintieron meses. Pudo escuchar un lejano murmullo en el interior de la morgue, utensilios chocar con las mesas de metal, y de pronto, unos pasos chocar contra el suelo que se hacían cada vez más y más notables.

El traqueteo de los zapatos paró, y pronto el crujido de las visagras de la puerta se hizo presente, gélido frío acariciando la piel del omega.

Para su suerte o su desgracia, no le abrió la puerta Rusia, sino su compañera de trabajo. Cuba se quedó momentáneamente petrificada en el sitio, aparentemente no esperándose para nada la visita del alemán.

Su sorpresa no duró mucho, y pronto una enorme sonrisa dentada pintó sus labios, una mascarilla blanca colgando de su oreja.

No le dio oportunidad de hablar, la cubana girándose desde su posición para, con un tono juguetón, hablar.

—¡Rusiaaa, es para tiii~!—Exclamó alargando las vocales, colgándose del mango de la puerta mientras miraba al ocupado eslavo.

Sin embargo, el otro alfa no levantó aún su mirada, completamente concentrado en, lo que suponía el alemán, abrirle el agujero de bala con unas minúsculas pinzas a un cadáver. El ruso gruñó, guantes ensangrentado y bata blanca manchada, un ceño fruncido en su entrecejo y una mueca en sus labios, fruto de lo absorto que estaba en su labor.

Sin dirigirle la mirada a su compañera, el mayor masculló entre dientes—Sea quien sea se puede esperar a que termine.

Alemania estaba a punto de restarle importancia y marcharse, pero la rápido mano de la caribeña le agarró fuertemente de su muñeca, parándole en el sitio. Sin borrar su sonrisa, Cuba se carcajeó con travesura.

𝐈𝐧𝐝𝐨𝐦𝐚𝐛𝐥𝐞 - RusGer || OmegaverseDove le storie prendono vita. Scoprilo ora