|| Capítulo 6 ||

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La jornada continuó con gran seriedad, actuando con rapidez y decisión en busca del paradero del supuesto criminal, en contacto ininterrumpido con todos los agentes de seguridad estatal que estaban desplegados sobre la ciudad y el país.

Alemania se encontraba en su despacho, como de costumbre, centrado en las fotos que le había pasado Bélgica y toda información que le había proveído su equipo. Tres secos golpes en la puerta de su despacho le hicieron salir de su trance, y para su desilusión, quien le esperaba en la puerta no era nada más y nada menos que un compañero de Inteligencia: Polonia.

Polonia era un alfa de olores neutros, jabón limpio con un toque metálico cobrizo, medianamente alto, delgado pero formado, atlético; sus cabellos eran de un color rubio platino, liso y echados hacia un lado. Su piel era pálida y su rostro frío, una fina barba casi imperceptible por su claro color; pero lo que más destacaba de sus facciones eran sus ojos, verdes suaves, jade, pero inexpresivos, casi muertos. Alemania nunca había creído percibir algún destello en ellos.

Le miró por unos segundos, dejándolo pasar tras un momento de vacilación; así hizo el polaco, cerrando la puerta tras de sí, lo que acarreó en una ligera incomodida en el contrario; nunca le había gustado estar a solas con ningún alfa.

—¿Qué quieres?—Espetó el alemán, mostrándose agresivo y antipático al allegado.

Polonia no sonreía; nunca le había visto hacerlo, pero sus ojos no se despegaban de él—Hemos terminado de realizar el registro del sospechoso, sus antecedentes y demás; continuaremos con el seguimiento de este y ya estamos en contacto con las comisarías a lo largo de todo el país.

Su voz era monótona, expresión impasible, reservada, misteriosa. Nunca expresaba demasiada emoción, era alguien calculado y seco; las únicas veces que le había visto de buen humor eran con su amigo Hungría, ¿con lo demás? Era un total secreto.

Si no fuese por su buen desempeño en la comisaría, Alemania podía jurar que tenía el perfil perfecto para un asesino en serie.

—Ermm...vale, aunque podríais haberme mandando las cosas, no hacía falta venir hasta aquí—Titubeó el omega, aquel sentimiento de intranquilidad no pareciendo desvanecer.

—Ya, pero en persona era...más rápido—Contestó el rubio, tranquilo e imperturbable, sin afectarle el tono del menor.

Alemania apretaba el bolígrafo en su mano, mirándo con ojos entrecerrados al polaco, midiendo todos sus movimientos, nervioso. No había razón de bajar tres pisos solo para decirle eso, nunca se decían las cosas en persona a no ser que fuese necesario; ¿simple información? Bastaba con un mensaje al móvil, cinco segundos de tecleo.

Alzó una ceja, arrugando sus labios ante la no muy satisfactoria respuesta ajena.

—¿Qué más quieres, Polonia?—Preguntó esta vez más arisco, viendo que aún habiendo entregado la noticia el polaco no se había ido de su despacho; la puerta cerrada tampoco ayudaba.

Este no contestó, pero su fría mirada continuaba clavada en él. No dijo nada más, solo le observaba con aquellas profundas y penetrantes irises, sus párpados caídos y su boca cerrada en una fina linea.

Aquello era lo que más le chocaba al alemán, su extraña personalidad obsesiva, su silencio y su incómoda presencia; no era el jugueteo y bromeo fuera de tono del neerlandés, no era la intensidad y extroversión del italiano; no, el polaco no le mandaba señales, no le guiñaba el ojo ni le hacía comentarios, pero le miraba mucho, le miraba sin decir palabra; al alemán siempre le daban escalofríos.

Tal y como se esperaba su silencio continuó, pero en lentos movimientos Polonia comenzó a avanzar por el despacho hacia él, sus ojos clavados en los suyos, su rostro inexpresivo.

𝐈𝐧𝐝𝐨𝐦𝐚𝐛𝐥𝐞 - RusGer || OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora