|| Capítulo 10 ||

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Salió de la oficina de Estados Unidos con la cabeza descolocada y el corazón en la garganta; se sentía fatal, rabia acumulándose en su vientre y una sensación de culpa invadiendo su cuerpo.

Si antes quería intentar hablar las cosas, ahora su alma le rogaba por hacer las paces; lo último que quería era empeorar la autoestima y ansiedad del germano.

Suspiró, negando levemente mientras se repetía una y otra vez las palabras del americano; abuso, fue abusado; apenas un chiquillo de veintiún años que, a pesar del suceso, siguió trabajando, sufriendo y superándose en la misma comisaría donde conoció a su agresor. Se le revolvía el estómago solo de pensarlo.

Muchas cosas comenzaron a cobrar sentido; sus actitudes y desconfianza, su malestar cuando estaban a solas, sus ojos suspicaces analizando cada movimiento que hacía, su enfado cuando Interpol les juntó hace un par de meses; además, ahora entendía el porqué no le habían despedido. Tenía sentido, a pesar de sus dificultades y las quejas que le llegaban al director, este conocía su situación.

Quería hablarle cuanto antes, pero sabía que hasta que no se le acabase su estado de celo no iba a poder arreglar nada con él. Tampoco tenía su número de teléfono, pero descartó la idea de pedírselo a nadie ya que no sabía si tenían la suficiente confianza entre ellos: ciertamente, tras su pelea, estaba seguro de que no la tenían.

Chasqueó la lengua, irritado por su incapacidad de poder hacer algo; se tendría que entretener con el trabajo hasta que el omega volviese a la comisaría.

Justo entonces vio a la belga cruzar por la oficina, y ya que era parte del equipo de investigación del alemán, se acercó a ella en busca de noticias.

—¡Bélgica!—llamó.

La susodicha se frenó en su sitio, cargando con unos cuantos archivadores y carpetas de fotos reveladas. Se giró curiosa, sonriendo al instante de ver al ruso. Le saludo con la mirada, invitándole a acercarse.

—Ah, qué alegría verte sano y salvo—Afirmó la mujer, mirándole con aquel cariño que emanaba hacia todo el mundo—¿Necesitabas algo?

—Oh, nada en especial, simplemente preguntar si había alguna novedad en el trabajo, ya que no he estado muy al tanto estos días—Rió suavemente, rascándose con levedad la nuca con modestia—Al fin y al cabo somos del mismo equipo, por si tenía que ayudar en algo.

Bélgica abrió los ojos brevemente, bajando la mirada y apretando sus labios con algo de incomodidad; con voz titubeante y algo de incertidumbre, preguntó:

—Oh...¿Todavía no te lo han contado?

Rusia alzó una ceja, confuso ante tal pregunta; ¿qué se supone que tenía que saber? Negó, observando cómo la belga se removía nerviosa y le aparataba la mirada.

—Em, bueno, ya no eres parte del equipo.

—¿Qué?

Frunció el ceño, de pronto sintiéndose desplazado y traicionado, ¿por qué narices no se le había comunicado nada?

—O sea, no ha sido tu culpa, créeme, eres espléndido en tu trabajo, seguramente te cambiarán de equipo y-

—¿Por qué? Yo no he dicho nada, no lo entiendo—Interrumpió el ruso con cólera; Bélgica no tomo ofensa por ello, entendiendo su enfado.

Suspiró, dudando en sus palabras—Verás...em...Alemania habló con Interpol hace unos días y...

No tuvo que escuchar nada más, al instante soltando un exasperado gruñido y agarrándose del tabique de su nariz. La belga le miró, una mueca entristecida.

𝐈𝐧𝐝𝐨𝐦𝐚𝐛𝐥𝐞 - RusGer || OmegaverseWhere stories live. Discover now