|| Capítulo 12 ||

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Cuando volvieron a la comisaría, Rusia no sabía muy bien qué hacer.

Su trabajo se basaba especialmente en inspeccionar muertos, y si no había cadáveres, no había mucho trabajo que hacer. Podría ayudar en los laboratorios de criminalistica, pero no era su especialidad; podría también ayudar en las investigaciones, pero su cuerpo le pedía descanso y no precipitarse en movimientos bruscos ni en largos viajes.

Alemania, tras aparcar el coche y cerciorarse de que estaba correctamente cerrado, guardó las llaves del coche y se giró hacia la entrada, viendo al instante a un parado ruso de espaldas, que miraba de brazos cruzados a la nada de forma pensativa. Alzó una ceja, acercándose hasta él para chasquear sus dedos en su rostro, despertándole inmediatamente de su trance.

—Ay—Rusia frunció el ceño, arrugando su nariz y agitando su cabeza de un lado a otro ante el repentino ruido; el alemán sonrió con burla, divertido por su pequeño susto.

—¿Todo bien? ¿Te ha dejado tan mal mi padre?

El ruso resopló, desentendiéndose con un leve gesto de manos y una mueca en sus labios—Qué va, solo un par de amenazas.

—Lo siento por eso, le quise parar pero...—Murmuró el alemán con una pequeña sonrisa apologética, disculpándose en nombre del mayor; lo último que quería era alejar al ruso tras haber hecho las paces.

Rusia negó, restándole importancia mientras seguía al alemán dentro de la comisaría—No te preocupes, no me molesta.

—¿Seguro?—Alzó una ceja, confundido por la aparente poca importancia que le daba el alfa a las palabras ajenas.

Estaba acostumbrado a que los pocos antiguos compañeros de trabajo que había tenido, se quejasen al instante de cruzar miradas con su padre (por temas de trabajo como esta vez), y hubiesen manifestado su descontento, cosa que irritaba al alemán de sobremanera y le hacían incluso más arisco; ¿quién se creían para decir nada sobre su familia?

Por ello, la respuesta del eslavo sorprendió al alemán; ¿no le importaba? Eso le agradaba.

—Es que ya me he acostumbrado a tu personalidad: no varían demasiado, ambos igual de secos y malhumorados.

Lo retiraba.

—Qué te jodan.

—Oh venga, era con cariño—rió el ruso, divirtiéndole la pequeña mueca de asco en los labios contrarios; se podrían haber reconciliado, pero le gustaba molestarle; de broma, claro.

—Vete a trabajar y déjame—Murmuró el alemán mientras se alejaba del mayor, que suspiró con tristeza fingida y le vio partir.

—Es que no se qué hacer—quejumbroso y con infantil enfurruñamiento, para nada digno de alguien pasadas las tres décadas de edad, contestó.—No hay más muertos y tampoco puedo moverme demasiado; tú eres mi superior, ¿no? Mándame algo.

Alemania resopló molesto, frenando sus pasos y girándose para encarar al contrario con las manos en jarra.—Comprame un café.

—No me refería a-

—Negro, sin azúcar.

—No soy tu secre-

—Ah, y no te olvides del sobrecito de lotus que te dan en la cafetería.

—Eres un-

—Te espero en mi despacho, no tardes, no quiero que se me enfríe el café.

Y con las puertas del ascensor cerrándose en su rostro, Alemania desapareció de su vista, dejando a un ruso con las palabras (e insultos) en la boca, parado en mitad del pasillo y con cara de pocos amigos, ofendido; ¡él era un médico, no había estado años y años de sufrimiento y dolor practicando con muertos para ser rebajado a esto!

𝐈𝐧𝐝𝐨𝐦𝐚𝐛𝐥𝐞 - RusGer || OmegaverseWhere stories live. Discover now