|| Capítulo 13 ||

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Tres semanas después, tras haberse realizado el juicio y haber castigado al asesino con su adecuada pena, las cosas en el sector de homicidio marchaban sin obstáculos y, lo más importante, con un nuevo ambiente laboral que había sorprendido y agradado a más de uno.

Y es que, por muy sutil que fuese y la poca importancia que le daba la pareja, todos los integrantes de la policía judicial podían ver cómo su superior había creado un pequeño vínculo de confianza con el famoso doctor de la morgue: Alemania y Rusia, aunque con una relación estrictamente laboral en el trabajo y de principiante amistad fuera de él, desprendían una aparente comodidad entre ellos que nadie había visto al alemán otorgar a otro alfa; vamos, ¿cuándo veías tú a tu amargado y refunfuñón superior invitar por horas a trabajar en su oficina privada a alguien de otra casta, y que no se escucharan gritos e insultos salir de ella?

No es para menos decir que sus compañeros estaban felices por su reconciliación y el pequeño cambio en la actitud del alemán que, aunque mandón y cascarrabias como siempre, no se mostraba tan arisco y amenazante.

De igual manera, la herida en el costado del ruso había sanado correctamente y, tras el visto bueno de Perú y Austria, le habían concedido su deseo de poder retomar el hacer ejercicio y moverse más; eso sí, los cigarros seguían prohibidos, aunque le era difícil de seguir aquella orden.

Justamente, en este mismo momento y gracias al día libre que tenían en la comisaría, Rusia estaba realizando su usual carrera mañanera que siempre hacía antes de estar hospitalizado; vestido con unos pantalones de chándal negros y una camiseta de tirantes blanca que se pegaba a su cuerpo, daba un pequeño trote alrededor de uno de los enormes parque de la ciudad en la que vivía. Era un espacioso pulmón verde, repleto de árboles entre los que se distinguían sauces, robles y abetos; un estanque con patos y puentes de madera y sobre todo, largos caminos de tierra en los que se podían ver a varios deportistas estirando sus articulaciones a pesar del todavía frío invierno, que iba mermando poco a poco para su entrada al mes de marzo y a su esperada primavera.

Así, ignorando la fría brisa en sus desnudos brazos, el alfa había recorrido el gigantesco parque con algo de esfuerzo, porque a pesar de estar recuperado, pequeñas punzadas seguían haciéndole frenar a mitad de camino. Cansado del ejercicio, había apaciguado su andar y ahora caminaba con parsimonia, mirando a los pequeños pájaros cantar en las copas de los árboles, a los patos dormir en las rocas del estanque, o al perro de color marrón oscuro acercarse a plena velocidad hacia él...¡Espera! ¡¿Hacia él?!

No le dio tiempo para reaccionar cuando de repente una gran masa de carne y cuatro patas le hacía un placaje con dos de ellas, subiéndosele y saltando entre pequeños gemidos de felicidad mientras apoyaba sus patas en su pecho hasta que, con la fuerza de un Dobberman de tamaño grande y añadiendo el desequilibrio y delicadeza del ruso, este cayó a la hierba con el canino dándole vueltas por todas partes.

—¡Woah, amigo, te confundes de raza!—Fue lo único que pudo atinar a decir, sintiendo los lengüetazos en la mejilla que le eran proporcionados por el feliz perro, que aplicando toda su fuerza, casi tumbaba al ruso y le dejaba sin capacidad de maniobra.

Le iba a apartar gentilmente con los brazos cuando de repente rápidos pasos en la tierra y una conocida voz le hicieron voltear.

—¡Freyja, suelta, mala perra!—la voz se fue acercando rápidamente, pronto pudiendo divisar en su limitado campo de visión dos zapatillas deportivas negras a su derecha.—¡Freyja, ya!

La perra gimió entristecida por el adjetivo usado, pero no se despegó del ruso por completo, dejando de lamer su cara aunque continuando dándole vueltas y olfateándolo por todas partes.

𝐈𝐧𝐝𝐨𝐦𝐚𝐛𝐥𝐞 - RusGer || OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora