|| Capítulo 5 ||

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Otro día más en la comisaría, otro día más en el que tener que verle la cara a su compañero.

Los días pasaban rápido en el trabajo, y su relación con Rusia no mejoraba demasiado: momentos de paz intercalados en un interminable pique y molestia entre ambos, algo que aparentemente tampoco tenían intención de mejorar.

Pero aquello no era lo peor, sino que recientemente, y por culpa de la maldita conversación con la griega, el alemán se había visto sorprendido a sí mismo observando al ruso, y cada vez que se daba cuenta de su, para nada sutil escaneo, se reprendía y confundía de sobremanera; ¡a él no le interesaba un estúpido rubio! Pero es que a veces, trabajando, el ruso se quitaba la chaqueta, se quedaba en aquella pegada camiesta negra técnica que resaltaba su cuerpo, sus fuertes brazos, su pecho, su clavícula...

¡Basta, Alemania!

—"me tiene que llegar el celo, tiene que ser eso, sí."—Pensaba el alemán, castigándose a sí mismo por tales ocurrencias.

El caso era que se había estado distrayendo más a menudo, y eso no se lo podía permitir en su meticuloso trabajo. Así, como al fin y al cabo era su superior, le había estado encomendando todas las posibles tareas que fuesen lejos de él, porque él sabía que no le gustaba el ruso, que sólo eran sus malditas hormonas funcionando, y no quería malentendidos. Bueno, más de ellos.

Desgraciadamente para él, el crimen no descansaba, y pronto un nuevo caso fue abierto que requería una estrecha colaboración entre ambos.

El día comenzó con una urgente llamada; unos vecinos alertados por gritos en la planta de arriba, ruidos fuertes y después un silencio sepulcral. Llamaron al instante a la policía, y lo que se encontraron no dejó indiferentes a ninguno: la familia había sido asesinada a sangre fría, una madre y un padre y un niña pequeña de unos siete años, cada uno con múltiples heridas de arma blanca en pecho, espalda y brazos. Además, el padre había sido encontrado prácticamente degollado, su cabeza colgando de pellejo y tendones destrozados. Quien fuese el que había estado allí, lo había hecho con gran rabia.

El mismo Alemania presenció la escena, yendo a altas horas de la mañana junto con otros policías judiciales para investigar el crimen; una buena imagen para empezar el día, claramente.

—Pobre niña...—Murmuró Bélgica, a su lado mientras tomaba fotografías en distintos ángulos de la menor, tirada en la bañera del baño, su sangre juntándose con el agua y su camisa blanca de pijama teñida de un fuerte bermellón.

Alemania suspiró, asintiendo mientras observaba los detalles del asesinato: no se había encontrado mucho más que los tres cuerpos sin vida, cada uno en distintas habitaciones y sangre recorriendo los pasillos, probablemente al ser los cadáveres arrastrados. El arma del crimen también había sido encontrado, un largo cuchillo de cocina cuya hoja se había roto, todavía una parte clavada en la espalda de la madre, y además otro cuchillo carnicero que habría usado a falta del anterior, con el que habría cortado la cabeza del padre.

Vietnam colocaba cartelitos con números en las distintas zonas del homicidio, con cuidado de no contaminar la escena; mientras, poco a poco otros policías se iban llevando los cuerpos en camillas, tapados por grandes sábanas metalizadas directas a la morgue, y por tanto, al ruso. Alemania necesitaba los detalles del caso, por lo que muy para su pesar, acompañó a las ambulancias mientras dejaba a las otras chicas trabajar.

Fue así como acabó en el sótano de la comisaría, el frío ambiente congelando su cuerpo al instante, producto de la manera en la que se conservaban los cuerpos para que no apestase, literalmente, a cadáver.

Rusia ya se encontraba allí, preparado junto con su bata blanca y guantes de latex para abrir cuerpos y meter pinzas, ojos cansados pero determinados. Saludó ligeramente con su mano al germano, notando el olor a mazapán en el normalmente inoloro sitio; bueno, agradecía algo dulce por la mañana.

𝐈𝐧𝐝𝐨𝐦𝐚𝐛𝐥𝐞 - RusGer || OmegaverseWhere stories live. Discover now