|| Capítulo 16 ||

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Alemania caminaba sin rumbo, su mente dando vueltas y sus piernas moviéndose casi por inercia, miles de pensamientos taladrándole el cerebro mientras lágrimas asomaban en sus ojos y su garganta se cerraba.

Una mano rodeándole el antebrazo le frenó de golpe, haciéndole jadear y girar con ojos abiertos. Italia le agarraba firmemente, respirando fuerte tras haber corrido tras él.

Ante la asustadiza mirada que había dado el alemán en un principio, el italiano relajó su agarre y le miró con lástima.

—Tranquilo, soy yo—musitó.

Alemania, con las cejas curvadas de tristeza y su labio inferior temblando, no tardó en abalanzarse contra el cuerpo del italiano y rodear su cuello como si su vida dependiera de ello; enterró su rostro en el cuerpo ajeno, dejando que sus lágrimas mojasen su uniforme.

Italia, con una mueca compasiva, pasó sus propios brazos por el cuerpo del menor, chistando suavemente en un intento de relajarle, acompañado de leves caricias en su espalda.

—Shh, ya está, vieni con me—y separándolo de si mismo, Italia agarró la mano contraria y le guió a través del laberíntico hospital.

Alemania le siguió ciegamente, mirando al suelo mientras intentaba controlar su respiración y no romperse. Notó como el mayor abría una puerta, adentrándose por ella y metiendo al alemán junto a él. Le dio un rápido vistazo, viendo que se habían metido en un baño individual, y el italiano cerraba la puerta con pestillo detrás suya.

—Ya está, estamos solos, puedes dejar de fingir, tesoro—y como si las palabras de Italia hubiesen sido una orden, las lágrimas que habían estado amenazando con salir por fin pudieron caer en amargas gotas.

Alemania comenzó a sollozoar, apoyándose contra la pared del baño y resbalándose poco a poco hacia abajo hasta quedarse sentado, inmediatamente haciéndose un ovillo con sus rodillas dobladas y su cara metida entre ellas.

Italia suspiró apenado, acercándose al alemán y dejándose caer a su lado. Apoyó una de sus manos en la rodilla ajena, dándole leves caricias con su pulgar en un intento de tranquilizarlo.

Minutos pasaron en los que no se dijeron nada, lo único que es escuchaba siendo el eco de los sollozos que soltaba el alemán de vez en cuando. Ya no temblaba tanto, y su respiración estaba más o menos controlada, pero su rostro se había teñido de dolor y sus ojos estaban rojos.

—Perdoname Alemania, si hubiese sabido que el caso se iba a tratar de esto...habría llamado a otra persona—Habló Italia en tono arrepentido.

El omega levantó lentamente su cabeza del escondite, dirigiéndole una apenada mirada al contrario para negar con suavidad.

—No es tu culpa.—Hablaba en un simple susurro, voz cansada y sin ánimos.—Es solo- me da rabia, me da rabia porque yo- pensaba...pensaba que lo tenía bajo control y...y no es así.

—Alemania, es normal que te den recaídas, pero el esfuerzo que has hecho en estos años es indudable—Y abriendo su brazo en señal de cariño, rodeó los hombros del alemán y lo atrajo hacia él.

Alemania no rechistó, dejándose acurrucar en el pecho del más mayor, apoyando su cabeza en el hombro ajeno mientras este le abrazaba de lado.

—No el suficiente, al parecer.

—...no digas eso, lo que pasaste es algo traumático y difícil de superar, no te martirices.—Italia le sonrió con dulzura, mirándole desde arriba con ojos suaves.

Pero el alemán, metido en un mar de recuerdos, apretó sus puños y volvió a poner una mueca triste en sus labios.—Soy un adulto, debería de superarlo ya.

𝐈𝐧𝐝𝐨𝐦𝐚𝐛𝐥𝐞 - RusGer || OmegaverseWhere stories live. Discover now