|| Capítulo 20 ||

1.6K 163 517
                                    

Alemania se sentía incómodo con aquella ropa, como si hubiese sido transportado diez años atrás; no era para menos, tenía esa camiseta de tirantes en su armario desde que tenía diecisiete años.

Se miró por quinta vez en el espejo del vestuario de la comisaría, una mueca insegura en su rostro, ojos nerviosos y pose rígida; a lo mejor no era la ropa, y simplemente un mudo miedo que tenía guardado en el estómago aquel viernes por la tarde.

Durante tres días Alemania se estuvo mensajeando con Chequia; a veces hablaban de trivialidades y temas cotidianos, como lo que les gustaba hacer o qué estudiaban, pero la mayoría de las veces la conversación siempre tornaba un giro caliente; no sabía cuántas fotos tenía ya de los abdominales y del miembro del checo, pero tenía que hacer limpieza en su galería. Claro, siendo su trabajo ser el cebo para el alfa, él también tenía que, de vez en cuando, ser recíproco a las fotos. Lo hacía con vergüenza y sin mucha idea, pero a juzgar por cómo le respondía siempre el checo, podía asegurar que tampoco lo hacía mal.

Hablaban a menudo: después de despertar, durante el día, mientras comían, mientras descansaban...pero lo peor era tener que contestarle mientras trabajaba en la comisaría, sobre todo por las feas miradas que le daba el ruso al teléfono cada vez que lo sacaba. Rusia siempre bufaba, viendo de mala manera la forma en la que Alemania tecleaba en su móvil; bufaba más, con algún insulto de por medio, cuando se ponía detrás del alemán como un perrito abandonado para mirar por encima de su hombro y leer las conversaciones, y ver al lanzado checo mandar cosas indebidas al omega; bufaba, insultaba, y no se calmaba hasta que Alemania se reía de él y le aseguraba que él era más guapo.

A veces, en su cabeza, el alemán recapitulaba los hechos y se moría de pudor, pero lo peor era recordar que aquella página era una aplicación pública. Sí, había tenido más notificaciones de gente queriendo abrirle chat, pero simplemente los ignoraba. Sin embargo, lo que le daba un tormentoso miedo era que alguien conocido lo encontrase ahí, sumando las comprometedoras fotos en su perfil; ¡No, al carajos con conocidos! ¿Y si le encontraba un compañero de sus padres? Le meterían a un convento y demandarían a la comisaría por difamación de imagen.

Le daban escalofríos solo de imaginárselo, quería acabar con esa misión ya y borrarlo todo.

En fin, durante aquellos días Alemania también había conocido algo más la personalidad y gustos del contrario, como su amor por el rock, el cuero y todo lo fetichista. Así, aquel día el alemán había rebuscado por todo su armario hasta poder formar el outfit que llevaría aquella noche: la camiesta de tirantes de cuando era adolescente era una antigua camiseta de Metallica que había recortado él mismo en sus días. Le llegaba hasta el ombligo y le quedaba algo justa; debajo llevaba unos pantalones vaqueros negros de tiro medio-bajo. Estaban algo desgastados, pero eso solo le daba un aspecto más vintage; finalmente rescató unas botas de piel rojas que le llegaban hasta la rodilla, unas botas que cuando tenía veintitrés años había adorado y llevado siempre, y que ahora le parecían la cosa más emo que se había comprado nunca. Para decorar, según decía Dinamarca, "como los jóvenes", se había puesto algunas pulseras y cintas en la muñeca, una riñonera roja en la que convenientemente llevaría una pistola, colgantes metálicos y, rescatándolos también de una pequeña vitrina, los pendientes que antes usaba de diario; se tuvo que volver a abrir los agujeros de la oreja con un alfiler, pero todo fuese para dar el pego.

—Alemania, ¿Estás ya?—la voz de Corea detrás de la puerta le hizo salir de su ensimismamiento.

Suspiró por última vez, dándole una rápida mirada al espejo y agarrando el pomo de la puerta con firmeza. La abrió de par en par, preparado para encontrarse con las miradas de sus compañeros.

Rusia, Polonia, Corea y Brasil (la cual habían llamado para participar en la misión como guardaespaldas, junto al ruso, al ser una admirada comisaria en el sector de operaciones especiales) le esperaban fuera del vestuario. Alemania no quería ver sus expresiones, apartando su mirada al suelo con el ceño fruncido y los labios en un puchero avergonzado.

𝐈𝐧𝐝𝐨𝐦𝐚𝐛𝐥𝐞 - RusGer || OmegaverseWhere stories live. Discover now