Capítulo 24

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Gianna

Los días han pasado bastante rápido. Vivian y yo nos hemos acercado, pero Emma se ha alejado un poco... Yo la he alejado en realidad, porque habla muy mal de mi amiga de antaño y eso me molesta.

Era un lunes por la mañana. Estaba bebiendo un vaso de bebida cuando Anaís me llamó llorando. Aquel día cuando estuvimos de compras en el centro comercial, intercambiamos números de teléfono y le dije que me llamara si un día necesitaba algo. En ese momento, había discutido con Julián y él le había dicho que quería terminar con ella, porque no sentía lo mismo, o sea, la típica frase que se dice para finalizar una relación. Julián es un estúpido. Estuvimos charlando durante horas y, cuando se calmó un poco, le corté.

Luego de hablar con Anaís y escucharla tan afectada, tomé la decisión de hablar con él. Se nota que es una gran persona y no quiero dañarla.

Poco antes de colgar, me comentó que Julián había salido de la casa, así que hice lo mismo. Fui al dichoso supermercado y allí estaba, ¡qué sorpresa!.

–Hola, Julián. ¿Podemos hablar?

–Hola, Gia –respondió con esa sonrisa que siempre me ha puesto nerviosa–.

Fuimos a un parque de juegos que estaba a una cuadra del local. Una vez allí, tomamos asiento en unos columpios. Ocupé el rojo y Julián el azul. Lo miré a los ojos y supe que si le iba a pedir que se alejara, esta vez le daría una buena razón, no una excusa barata como aquel 06 de diciembre, un día que aún está presente y me hace mucho daño.

–Julián... quería hablar contigo porque....

–No digas nada. Ya terminé con Anaís y puedo tener una oportunidad contigo... de nuevo, ¿verdad? –La alegría brotaba de sus poros, lo que me hizo aún más difícil contarle todo, pues ese 06 de diciembre se hizo más presente que nunca–.

–Justamente de eso te quería hablar. ¿Recuerdas a mi amiga Vivian? –me miró confundido, lo meditó unos instantes y luego recordó–. Vivian se alejó de mí por un problema que tuvo hace algunos años, que no me corresponde contar, porque es muy personal y resultó que es amiga de Anaís, tu novia. Me contó que ella tuvo un problema con su salud mental y que logró superarlo gracias a tu apoyo...

–¿Qué? Nunca me contó nada –comentó confundido–.

–Te quería pedir que no la dejes –dije rápidamente y me miró frunciendo el ceño–.

–¿Por?

–Tú fuiste su salvación, le devolviste la sonrisa y ella te ama mucho, ¿sabes?

–Lo sé, pero no puedo seguir con ella si a quien amo es a ti...

–Julián, no me digas esas cosas, por favor. Esfuérzate para quererla, por favor, hazlo por mí. Yo no podría estar contigo sabiendo que hago sufrir a una chica con un gran corazón.

–No puedo –dijo con un dejo de indiferencia–.

–Julián, por favor, no te lo pediría si no fuera realmente importante –sentí que mis ojos se llenaban de lágrimas–. Ella te ama, fuiste quien la ayudó a salir adelante...

–Cuando nos conocimos ella estaba muy bien.

–A veces la tristeza se oculta bajo una sonrisa.

–Ella estaba bien –enfatizó cada palabra–.

Estuvimos en un tira y afloja durante mucho rato, hasta que por fin cedió, sin embargo, a pesar de que logré mi objetivo racional, el corazón se me partió en dos al escuchar sus palabras:

–Está bien, ¿sabes? Voy a seguir con ella, aunque sea la mayor estupidez de mi vida. Lo voy a hacer sólo porque tú me lo pides. Yo te amo, pero esta es la última vez que nos vemos, porque si nos volvemos a encontrar, no creo ser capaz de resistirme. No te quiero volver a ver ni a oír. Hice todo lo posible para que estuviéramos juntos, pero, como siempre, pensaste en la felicidad de otros y no en la tuya. Desde hoy, somos dos desconocidos.

Avanzó con paso firme y siguió caminando hasta que lo perdí de vista. Comenzó a llover, pero me quedé allí sentada en el columpio, intentando no llorar, pero con los ojos nublados y un nudo en la garganta. Sé que hice lo correcto para no lastimar a una bonita persona según me contó mi amiga, además, sé que no hubiese podido con la culpa, pero otra parte de mí me grita que estuve equivocada, que no tendría que haber renunciado a Julián como lo hice... otra vez.

Cuando tuve la fuerza y el valor para levantarme, caminé hasta casa, no podía conducir en este estado, así que el coche quedó aparcado en el estacionamiento del supermercado. Una vez en el departamento, sentía un dolor punzante en el pecho y apenas podía sostenerme en pie, como aquella vez en la playa hace 7 años. Emma no estaba, su jornada terminaba en tres horas.

Minutos después, me llegó un mensaje de Anaís diciendo: "¡¡NOTICIASSSS!! Estoy muy feliz!!! Julián volvió a casa y me pidió perdón por haber querido terminar conmigo. Te lo quería contar, porque sé que te quedaste preocupada. Al parecer no había ninguna zorra en medio, sólo estaba agobiado por el trabajo. Gracias por escucharme. Besos". Con el corazón en la garganta, le respondí: "Me alegro, linda". Lancé el móvil lejos, cayó al piso, pero no me importó. Con ambas manos me revolví el cabello con una mezcla de rabia y dolor. Lloré. Grité todo lo que pude, hasta que la garganta me ardía.

De pronto escuché la voz de Emma a través de la puerta. No venía sola. Una segunda voz se escuchó y la pude identificar: Esteban.

Me sequé las lágrimas con un pañuelo y me encerré en la habitación.

Ellos entraron en el departamento y mi amiga alzó la voz preguntando por mí.

–Estoy en la habitación, pero me estoy cambiando. Sé que Tebi está ahí, así que no entres –dije intentando sonar calmada, pero mi plan falló–.

Desde la pieza escuché la voz de Emma:

–Amor, gracias por venirme a dejar. Puedes irte –segundos después se escuchó el golpe de la puerta–. Gianna Ellis ven en este mismo instante –gritó–.

–No quiero... –dije lo más fuerte que pude, pero con la voz quebrada–.

–No fue una pregunta.

Salí del cuarto y me recibió con un abrazo. Estuvimos un buen rato así y comencé a llorar de nuevo. En mi mente rondaban recuerdos de hoy, flashbacks de cuando comenzamos a salir, cuando éramos niños, cuando terminamos y todo comenzó a darme vueltas. Mi activación fisiológica estaba llegando a su límite.

***

–Eres la mejor amiga que puede existir. Siempre estás cuando te necesito, a pesar de lo mal que te he tratado últimamente... –susurré–.

–No te preocupes. Para eso estamos las amigas, ¿no? Cuando puedas, me cuentas qué fue lo que pasó.

Sollocé un rato y luego le pedí un vaso de agua. Más tarde, cuando ya lo había traído, le conté todo lo que había pasado.

–Ay, amiga, no sé qué decirte. En estos momentos nadie quiere escuchar regaños, así que no se me ocurre nada.

–¿Regañarme por qué? –Sonrió dulcemente–.

–El bienestar emocional y la integridad de una persona no puede depender de otra. Si Anaís piensa que la vida no tiene sentido si no está con Julián, debe ir a un psicólogo que la ayude a ver que no es así y tratarla de forma adecuada, pero no puede aferrarse a su novio. No voy a hablar en contra de ella hasta que tenga pruebas de que lo que intuyo es cierto.

Le seguí contando mis penurias hasta que se hizo tarde y la cabeza me dolía de tanto llorar. Mañana tendré que utilizar kilos de maquillaje para ocultar las marcas del llanto.

A pesar del tiempoWhere stories live. Discover now