Capítulo 30

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Gianna

Cuando Álvaro descuidó su celular, lo tomé e ingresé a instagram. 9 de cada 10 fotos eran de Julián y su novia. Es doloroso verlo junto a Anaís, o sea, sé que fui yo quien lo dejó, pero eso no quiere decir que lo haya dejado de amar. No sé si un día pueda ver a Julián y no sentir absolutamente nada. Él estuvo junto a mí en momentos muy difíciles, fue capaz de arrancarme una sonrisa cuando sólo deseaba llorar, pues con cada babosada, lograba ahuyentar todas mis penas. Cuando se apartó de mi vida, un vacío inmenso se apoderó de mí. Incluso hoy, que han pasado 6 años desde nuestra separación y no lo veo hace un mes, duele mucho, paso noches enteras preguntándome qué hubiera pasado si le dijese lo que sucedía, si él me hubiese confesado que no estaba bien y que la relación le hacía daño, quizás habríamos resuelto todo y seríamos felices, quizás estaríamos casados, con un hijo y un perro... es inútil pensar todo esto ahora, cuando ya está hecho. La falta de comunicación al parecer arruina las relaciones.

La tarde estaba nublada y se anunciaba lluvia. Desde aquel día, los días lluviosos no son lo mismo para mí. El recuerdo de cada palabra, quedó grabado a fuego en mi mente.

"Desde hoy, somos dos desconocidos."

A eso de las 4pm Emma y yo fuimos caminando a un parque que queda relativamente cerca de mi departamento. Ella quería fotos nuevas en su perfil y yo necesitaba despejarme.

Después de dos caídas –ambas mías– mientras hacía la "sesión", terminamos, compramos un agua mineral y caminamos hasta la plaza de la ciudad.

Con el sol acechándonos, recordé la época de la pandemia.

–Oh, ¿recuerdas cuando usábamos mascarilla?

–Ay, sí, fue horrible.

–A mí me gustaba –mi amiga me miró asombrada–. ¿Qué? –Reí– Me tapaba la mitad de la cara y las espinillas que me aparecían. Yo era la fan n°1 de esas cosas.

Continuamos caminando mientras hablábamos de lo que habíamos hecho en ese tiempo –tik tok, tejer, bordar, dibujar, cantar, bailar, escribir, subir historias con el dibujo de una zanahoria o un coronavirus–, pero no por más de cinco minutos, luego cambiamos drásticamente el tema, no es agradable hablar tanto de eso, a pesar de que me sirvió para madurar un montón: aprendí a distinguir a mis amigos verdaderos, a recordar situaciones y no volver a repetir esos errores, y mucho más.

Nos sentamos en unas bancas que había en la plaza y vimos fotos de nuestra época escolar. Ella era muy popular y deportista, por otra parte, yo era muy tranquila y de bajo perfil; la mayoría de sus fotos eran en campeonatos escolares y en grupos de baile, mientras que las mías eran de premios académicos y con mis amigas de la enseñanza media.

En el fondo de una imagen de mi galería, reconocí a Emma. Resulta que ella estudió durante un semestre en mi colegio, pero estábamos en cursos distintos, así que nunca nos topamos –ya que incluso los edificios eran diferentes, en uno estaba el A y en el otro el B–.

Levanté la vista del celular, miré hacia el frente y vi a Julián. Usaba una sudadera negra y pantalones cortos azules.

–Demos una vuelta más y nos vamos –dijo Emma y yo asentí–.

Cuando nos levantamos, giramos en dirección al asiento donde estaba Julián. Vale decir que ella no lo había visto. Él ya me había visto, por lo que bajó la vista hacia el celular y yo giré excesivamente la cabeza hacia el lado contrario para hablarle a Emma. Si vamos a jugar a ser desconocidos, vamos a hacerlo bien.

Mi corazón dolió, pero es algo que tenía que hacer.

A pesar del tiempoWhere stories live. Discover now