Capítulo 48

48 2 2
                                    

Gianna

Los siguientes 10 días estuve visitando a Julián. A pesar de que él me decía que no era nada grave y que no me preocupara, yo no me iba a mover de ahí, se lo debía, así que ni aunque me lo rogara me apartaría de su lado.

El día en que Julián terminó su reposo, conduje hasta una pequeña plaza de juegos que está cerca del centro de la ciudad y conversamos de un tema que teníamos pendiente.

–No sé por dónde comenzar –dije mientras tomábamos asiento en una banquita–.

–¿De qué quieres hablar?

–De nosotros. Creo que hace falta que conversemos de lo que pasó hace algunos años.

–No es necesario, estamos bien, ¿no? -dijo sonriendo-. De hecho, hace algunos días dijimos...

–Es que yo no lo estoy. Quiero hacerlo bien esta vez. Sabes que sobre pienso mucho y temo que un mal entendido nos lleve a lo mismo que pasó aquel 06 de diciembre. Creo que te mereces una disculpa de mi parte y una explicación de porqué sucedió todo –asintió resignado y me escuchó atentamente–. Días antes de la ruptura, Vivian me comentó que ya no te veía tan sonriente y que, al parecer, yo te estaba haciendo mal. Cuando me lo dijo, desconfié, pero lo comprobé al observarte durante una semana, ya no reías tanto y te veías desanimado, pasábamos mucho tiempo juntos, pero veía que mirabas a tus amigos a lo lejos. Luego de luchar contra mi corazón, tomé la decisión de romper. Se suponía que Vivian me vendría a acompañar después lo hiciera, pero se tenía que mudar con sus padres, así que me quedé sola en la playa, hasta que apareció Álvaro, pero esa es otra historia.

–¿Entonces no terminaste conmigo porque estabas enamorada de alguien más? –Negué con la cabeza–.

–Eso fue una excusa que inventé en el momento, porque sabía que dejarías de insistir. Nunca me has intentado obligar a hacer algo y si yo ya no sentía lo mismo por ti, me dejarías tranquila. El corazón se me rompió aquel día, pero me consolaba pensando que era lo mejor para ti, porque si algo me juré el día en que comenzamos a salir, fue que si algún día te contagiaba mi oscuridad y te hacía daño, terminaría contigo, porque prefiero sufrir yo, antes que lastimar a quienes amo. Vivian me convenció de que era lo mejor y yo creí lo mismo. Nunca había llorado tanto como aquella noche al llegar a mi casa.

–¿Entonces siempre me quisiste?

–Nunca te olvidé, Julián, ni por un segundo. Pensaba en ti cada noche antes de dormir y cuando despertaba por la mañana. Confundí a muchas personas en la calle contigo. No saliste de mi mente en ningún momento durante los años en que estuvimos separados. Perdón. Perdóname por no luchar por lo nuestro, por no haberte preguntado el porqué estabas así. Me equivoqué demasiado contigo –una lágrima rodó por mi rostro–. Perdóname, Julián, por favor.

Se acercó a mí y secó mi mejilla, luego apartó con delicadeza el cabello de mi rostro y tomó mi barbilla.

–Gracias, Gia. He esperado mucho tiempo por esto. No te voy a negar que sufrí demasiado y que no me resigné del todo a nuestra separación, pero al verte a diario con Álvaro, el chico del cual pensé que estabas enamorada, y después de la ruptura no encontrarnos, me sirvió para acostumbrarme a la idea y aliviar el dolor. Nunca te pude odiar, a pesar de que me dolió, nunca pude hacerlo, porque el amor que te tengo es mil veces más fuerte que cualquier rencor. Te perdoné hace mucho tiempo por la brusca ruptura, pero nunca te odié por, supuestamente, cambiar tus sentimientos, esas cosas pasan. Nunca te pude olvidar, a pesar de estar con Anaís, todo me recordaba a ti. Me sentía mal por ella, pero tampoco le quería hacer daño al terminar.

–Si hubiera sabido todo esto...

–Hey, hiciste lo que podías con las herramientas que tenías.

Luego de que Julián me consolara porque rompí en llanto al confirmar sus sentimientos, nos acercamos a los columpios.

–¿Por los viejos tiempos? –dijo, reí y negué con la cabeza–.

–Okay, por los viejos tiempos. ¿Algún día madurarás?

–No –dijimos al mismo tiempo mientras sonreímos–.

–Nunca pierdas eso, Julián. No dejes que nada ni nadie opaque tu sonrisa.

Tomé asiento en el columpio rojo, mi preferido desde pequeña y él me dio un poco de impulso jalando las cadenas y luego tomó asiento en el columpio azul que estaba junto al mío y comenzó a balancearse con fuerza.

–¡Yo voy más alto! –Grité–.

–No, yo lo hago –dijo y me sacó la lengua–.

Estuvimos jugando como dos chiquillos por un largo rato, primero en los columpios, luego en el sube y baja, hasta que el sol estaba por ocultarse.

–Tengo una idea, acompáñame –dije–.

Bajamos con cuidado del juego. Me tomó la mano y sentí su calidez.

–¿A dónde vamos?

–Ya verás.

Subimos a mi auto y conduje por la carretera durante mucho rato.

–¿Ya llegamos?

–No.

–¿Ya llegamos?

–Julián... –le dije con tono de advertencia–.

–Ok, me callo, me callo.

Seguí conduciendo y él puso música desde spotify en su celular.

–¿Qué música te gusta?

–Escucho de todo un poco.

Comenzó a sonar "quien te quiere como yo"

–Qué romántico, señor Burnett.

–El momento lo amerita, ¿no, señorita Ellis?

Después de un rato en marcha, llegamos a la playa. En cuanto vio el mar, su mirada gritaba "¿otra vez?"

Descendimos del vehículo y nos quitamos los zapatos. Tomé su mano con mi diestra. La marea estaba baja y el agua apenas rozaba nuestros pies. Caminamos por la orilla de la playa en silencio. Sólo se oía el golpe de las olas contra las rocas.

–Wow –exclamó Julián, paró y se mantuvo de pie frente a mí–.

–Lo mismo digo.

–Ha pasado tanto tiempo y tantas cosas en este mismo lugar.

–Aquí nos conocimos, me propusiste ser tu novia, ter... –guardé silencio–.

–Terminaste conmigo... –dijo cabizbajo– hace seis años.

–Yo en serio creí que te estaba haciendo mal, nunca imaginé que era una mentira más de Vivian –dije molesta–.

–Eso ya quedó en el pasado, ¿ok? –me abrazó fuerte y sentí el aroma de su perfume–.

Tomamos asiento sobre la arena y sujetó mi mano entre las suyas. Sonrió con ternura y la emoción se notaba en sus ojitos azules. Correspondí a su sonrisa.

–Te amo, Gianna Ellis.

–Te amo, Julián Burnett.

Se acercó despacio, me apartó el cabello de la cara y me besó lentamente.

En aquel beso intenté dejarle saber todo lo que con palabras jamás podría. Le agradezco mucho. Él siempre fue mi soporte en momentos difíciles, me hacía sonreír cuando sólo quería llorar, me tuvo tanta paciencia todos estos años y ahora estamos juntos por fin. Cuando me despedí de él aquel 06 de diciembre del 2017 nunca pensé volverlo a ver, mucho menos iba a pensar que volvería con él, sin embargo, como una vez escuché: cuando hay amor no hay fronteras, ni miedos, ni obstáculos que separan... cuando hay amor, no existe el tiempo.

FIN

A pesar del tiempoWhere stories live. Discover now