Capítulo 38

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Gianna

Pasamos otra tarde en mi departamento, pues aún nos quedaban algunos detallitos de la propuesta, los cuales Julián se encargó de enfatizar.

Aprendo de mis errores y le envié un mensaje por instagram a Álvaro para que le dijera a Emma que no llegara muy temprano.

–¡Al fin terminamos! –Exclamé mientras me estiraba–.

–Sí –dijo cortante–.

–¿Qué pasa? –dije con voz involuntariamente tierna–.

–Extrañaré trabajar junto a ti... –hizo una mueca triste y un puchero–.

–Julián... –dije con voz de advertencia– creo que deberías irte, ya es muy tarde. Emma tendría que haber llegado hace dos horas, ¿le habrá pasado algo?

–No creo, quizás está con Álvaro...

–¿Cómo sabes acerca de ellos...?

–Lo sigo en instagram –asentí–.

Tomó su chaqueta y, antes de ponérsela, me hizo una propuesta.

–Gia, ya que a partir de mañana no tendremos excusa para hablar ni volveremos a estar cerca... ¿Qué te parece si bailamos? Por los viejos tiempos...

Lo miré indecisa. Tiene novia y estamos muy cerca últimamente... pero luego de esta noche no creo que volvamos a estar juntos y a solas: el proyecto habrá acabado.

–Está bien... –dije un poco nerviosa–.

Hicimos espacio en el living, Julián buscó música en su celular y lo conectó a un pequeño parlante que suele usar Emma, pues soy más de escuchar música con volumen bajo.

–¿Qué te gustaría?

–Me da igual –respondí–.

–Ok –sonrió maliciosamente. Eso significa P-E-L-I-G-R-O para mí–.

Comenzó a sonar un ritmo de una salsa más que conocida para mí. Aprendí ese ritmo justamente para bailar con él.

Llevábamos algunos meses de novios y estábamos viendo un programa de talentos en la televisión. Julián mencionó que le encantaría bailar salsa conmigo, me tendió la mano para bailar, pero le dije que no sabía y que prefería seguir observando al resto bailar. Siempre tuve miedo a hacer el ridículo, incluso si estaba sola con él, a pesar de que me sentía muy cómoda, esa parte de mí no la logré cambiar hasta que cumplí los 25. Me miró triste y no insistió más. Al día siguiente, fui a la universidad a preguntar por talleres de baile extracurriculares y, por casualidades del destino, había uno de salsa que llevaba tan solo unas semanas desde que había empezado. Dos meses después bailaba como una experta. Esa noche invité a Julián a cenar y, luego de comer, busqué una canción en mi celular. Comenzó a sonar el ritmo y me miró confundido.

–Señor Burnett, ¿quisiera pasar 4 minutos y 35 segundos bailando junto a mí? –Le tendí mi mano–.

–Si pudiera decidir, pasaría el resto de mi vida a tu lado.

Con delicadeza tomó mi mano y entrelazó sus dedos con los míos.

Poco a poco, la música nos envolvió, me olvidé de mis miedos, de mis preocupaciones, de todo, sólo existíamos nosotros, lo único que importaba era ese instante en que una de sus mano se había posicionado en mi cintura y su otra mano sujetaba suavemente la mía. Cuando terminó la canción, permanecimos en esa misma posición por unos segundos hasta que comenzó la siguiente canción: "me enamoré de ti" de Chayanne. Nos acercamos un poco más, Julián pasó sus brazos por detrás de mi cintura y los míos rodearon su cuello, permanecimos allí abrazados y balanceándonos suavemente al ritmo de la música por el resto de la canción.

Aquel fue el momento más mágico que he tenido en toda mi vida. En el instante en que estuvimos tan conectados, tan cerca el uno del otro, supe que nunca iba a volver a sentirme de esa forma con nadie más. Nunca nadie me daría la paz que sentí cuando apoyé mi cabeza en su pecho y escuché los latidos del corazón de Julián. Por más que intente describir aquello que sentí cuando bailamos, no puedo, cualquier descripción se queda corta para explicar lo maravilloso que fueron esos minutos.

Nos empezamos a mover de a poco, no pude reprimir una sonrisa cuando comenzó la letra. Eran muchos recuerdos, sobre todo de mi primera clase de baile.

–Procura coquetearme más y no reparo de lo que te haré –cantó Julián y sentí mi rostro arder–.

Sentí ganas de matarlo mientras bailábamos. Me acercaba y alejaba muy rápido, girábamos, me enrollaba en sus brazos, me tomaba las manos, las soltaba y no quitaba esa hermosa sonrisa del rostro. Cuando terminó la canción, quedé semi recostada sobre sus brazos y nuestras caras estaban peligrosamente cerca.

–Será mejor que te vayas –le dije suavemente–.

–Ok –dijo fastidiado–. Como dicen por ahí, "lo comido y lo bailado no me lo quita nadie" –rió–. Nos vemos, Gia. Duerme temprano para que mañana tengas energía y no olvides tu desayuno.

Me dio un beso en la mejilla, tomó su chaqueta y se fue.

***

–¿Emi? –dije cuando atendió la llamada–.

–Dime

–¿Dónde estás?

–En casa de Álvaro, ¿estás sola?

–Sí, Julián se acaba de ir.

–En un rato llego.

–Okis –finalicé la llamada–.

A pesar del tiempoWhere stories live. Discover now