Capítulo 8🎭

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Capítulo ocho:

      Aún me quedaba fregar los vasos y organizarlos en su lugar. Eran las nueve y media, tenía treinta minutos para darme un baño y arreglarme como las personas normales. Me metí a la ducha, deseando que mi madre solo haya hecho un chiste.

La peor parte ya estaba hecha, la limpieza de mi pequeño corral de ganado vacuno. En realidad, lo que llamaba habitación.

Respiré, el agua iba cayendo punzante en mi cuerpo. Apoyé mis dos manos en la pared, dejando que el agua se apoderara de mi cuero cabelludo. Me relaja tomar baños, siento que hago una limpieza de las malas ideas.

Pasados los treinta minutos siento toques en la puerta. Eso significaba que ya mi madre estaba aquí. Tragué saliva y con el un, dos, tres abrí luciendo una sonrisa fingida. Mi madre milagrosamente estaba sola, no andaba con su mejor amigo gay que le persigue a donde quiera que vaya.

Lucía un vestido ajustado largo hasta las rodillas de color rojo, tacones sencillos color negro y un sombrero grande. En sus manos sujetaba un pequeño bolso y se había hecho un nuevo corte de cabello. Si ella fuera diferente, diría que extrañaba estar con mi madre.

Ella no me abrazó, solo pego un beso en mi cachete. No tengo que mirar mi mejilla porque ella acostumbra a dejar los besos marcados. Le seguí hasta la cocina, siempre que viene busca defectos y eso era algo que odiaba de ella.

—¡Que apartamento tan pequeño!— dijo engurruñando su boca, como si fuera su primera vez aquí—. Esperaba más de ti, hija.

—Vivo sola—hice una pausa apoyándome en la meseta de la cocina—. Es muy cómodo a la hora de limpiar.

—¿Tú limpias?—bufó burlona—. Cuando vivías conmigo solo eras una niña malcriada que no hacía ni la cama.

—Eso ha cambiado, madre— encogí de hombros y dibujé un rostro serio—. ¿Qué haces en Nueva York?

—Solo vine a ver por qué no volvías a casa— evaluaba con sus ojos toda mi hogar, buscaba cualquier mínimo detalle—. No entiendo, como alguien puede acostumbrarse a tan poco.

— ¿A la libertad? Todos, claro— susurré tapando con mi mano la boca—. ¿Me puedes decir porque viniste a Nueva York?

— ¡Cloe! ¿Te molesta mi presencia? —habló irritada, taconeó el suelo y puso las manos en su cintura—. ¿Te molesta mi presencia?

—No, olvídalo— dije rendida, me di cuenta que solo vino a revisar mi nivel de vida—. ¿Quieres que haga té?

—Claro— sonrió buscando donde sentarse—. ¿Tienes de frutos rojos?— preguntó mientras caminaba hasta el sofá.

—Sí.

Salí a preparar el agua caliente. Acomodé dos tazas y busqué entre los estantes de la cocina los sobres de la infusión. La miraba de reojos, ella seguía mirando todo y su rostro no se veía complacido con esto. Suspiré, llevando en una bandeja las dos tazas de agua caliente y los sobrecitos de té.

—¿Qué tal todo por Michigan?— pregunté tomando asiento delante de ella, le entregué su taza y tomé la mía de té verde—. ¿Cómo pasaron los días festivos?

—Mal. Murió el señor padre de la directora de tu antigua escuela y nuestro condado decidió guardarle luto—suspiró frustrada— . Pasamos lo que quedó de la noche del veinticuatro en un funeral— engurruño sus labios, quería reírme porque ella parecía un pato—. ¿Tú como la pasaste?

—Super, invité a unos amigos a cenar—comenté tomando un sorbo de mi té—. Escuchamos música y de postre tomamos helado— hablaba entusiasmada.

Bajo reflectores ©️[Completo]✔️Where stories live. Discover now