Capítulo 37🎭

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Capítulo treinta y siete:

       El colombiano ya estaba enterado de los planes de Zoe y su mejor amiga. Un mes fue suficiente para todo aquello. Personalmente se encargó de los detalles, mucho antes de que ellas llegaran a Estados Unidos. Subordinados se infiltraron en la guardería de Mabel, estaban claros como era la pequeña. Solo necesitaban que todo saliera bien.

Estaban al tanto del auto de Cloe. Esperar que ella se fuera y coger a la pequeña sería sencillo. Cloe estaba besando a su hija en el cachete, le recordaba que debía ser obediente y realizar las tareas que le indicaba la maestra. En la entrada había un chico rubio alto, vestido como un profesor. Ideaba como apartar a la niña de la puerta a un lugar seguro.

La pequeña caminaba junto a su maestra y un grupo de niños de su edad. Cuando un pequeño Stich llamó su atención. Era uno de sus animados favoritos, pero todos sabemos que los niños aman los juguetes. Sin decir nada, Mabel fue en busca del peluche que se encontraba delante de una puerta abierta sin cámaras de seguridad. Ahí estaba él, esperando a que ella asomara su cabecita.

La niña estaba a punto de agacharse cuando el sujeto la tomó en brazos y colocó un pañuelo con flunitrazepam. Eso provocó que la pequeña comenzara a tener somnolencia, fatiga, mareo y debilidad muscular. La niña cayó en sus brazos como una paloma. Acarició su rostro, estas tareas con niños le daban angustia. Pero, lleva tantos años en el negocio de los secuestros y drogas, que está acostumbrado.

Esperó un tiempo, para sacar a la niña en un pequeño maletín de su tamaño. Con discreción salió del lugar y otro de los subordinados eliminó videos en las cámaras de vigilancia desde un Toyota negro. El crimen perfecto, no dejaron rastro porque protegieron sus huellas dactilares con guantes.

Cloe no sabía que tanta angustia le esperaba, solo pasarían cinco minutos para que supiera la mala noticia. La niña fue traslada en un Toyota hasta la ruta cuarenta y cinco, donde su maletín iba a ser cambiado para una furgoneta. Luego se adentrarían a una calle de tierra que estaba abandonada. Ahí ellos la encerarían en la casa oculta del colombiano, custodiada por el mismísimo propietario.

Zoe y su amiga Emma llegarían a Estados Unidos en la próxima tarde. Un objetivo claro de Zoe era no lastimar a la pequeña o eso creía, sino hacerles creer a sus padres que eso si estaba pasando. Por tanto, el colombiano se puso de acuerdo con un amigo traficante de órganos para conseguir un dedo pequeño como los de la niña. Mañana a primera hora sería enviada hasta su casa con una nota. Aunque, claramente Cloe para ese entonces debe saber.

Una llamada interrumpió en la filmación de la película. Cloe se sintió molesta, estaba a punto de besar a James. Pero, los sentimientos cambiaron cuando dijeron que el teléfono que les contactaba era la guardería de Mabel.

—¿Cómo que Mabel no aparece?—rompió en llanto tirándose en el suelo. Quería gritar y explotar, pero sentía un nudo en su garganta que se lo impedía—Me quiero morir— susurraba sin saber qué hacer.

James buscó su auto y la tomó para levantarla. No eran momentos para perder el tiempo, había que buscar ayuda de profesionales. El padre de James tenía un hermano que fue jefe de la policía muchos años. Todo debía ser discreto, la policía trabajaría de una forma diferente.

Esta vez era más difícil, se trataba de la hija de una figura pública. Los medios no debían enterrarse, el país podía actuar de una manera que no convendría en la búsqueda de soluciones.

Cloe estaba desesperada sentada en una silla, no había noticias. James le acompañó a revisar las cámaras de seguridad en la escuela, pero los maestros y directivos quedaron perplejos. El señor encargado estaba en el suelo sin signos vitales. Su cuerpo fue llevado al hospital para realizarle una autopsia, iba cubierto en una sábana por los paramédicos.

Otro muchacho joven de cabellos negros y joven apariencia le sustituyó. Después de que la policía tomara las huellas comenzó a buscar cuidadosamente, pero la información de todo un mes había desaparecido.

— Creo que el sistema fue hackeado desde afuera— comentó el chico.

Cloe emitió un grito ahogado, James le sostenía fingiendo serenidad. Su mente quería estallar, no llevaba mucho tiempo con ellas y quería a la niña porque ya sabía que era su padre.

—Es mi culpa—susurró Cloe soltándose para sentarse en el suelo— .Es mi culpa, debí acompañarla hasta su salón.

—Es normal el secuestro de los hijos de millonarios. Los niños son los que menos sufren porque muchos no pretenden hacerle daño. Solo hay algo raro, ha pasado más de una hora y no has recibido llamada— comentó pensativo el jefe de la policía. Personalmente se hizo cargo del caso.

—Eso puede significar mucho. Por ejemplo que el secuestrador es un traficante de órganos y no pretende devolver a la niña—dijo un policía más joven.

El jefe de la policía le puso un rostro de pocos amigos. El chico se encogió de hombros, había metido la pata.

—Cloe, mejor vamos para ahora necesitas aire— propuso James, los comentarios eran algo duros. Ella estaba llorando mares, podía entrar en un estado de nervios.

Los policías esperaban en casa de Cloe llamada, solo habían pasado cinco horas. En cualquier momento caería la tarde e iba a ser peligroso. Cloe en su cabeza pensaba como estaría la niña. Ya se la imaginaba pasando frio, hambre y pidiendo ayuda.

A unos largos kilómetros de ahí la niña comenzaba a despertar. Estaba en la habitación de la difunta hija del colombiano. Estaba llena de muñecos y fotos de la pequeña de cabellos negros. En grande había una cuando comenzó su tratamiento por el cáncer, estaba mejorando a la perfección. Pero, no fue el cáncer lo que causó su muerte. Una bala perdida en una emboscada con la policía, de la que solo su padre, madre y hermano huyeron con vida. Pero, ¿A qué costo? El colombiano finge estar bien y por dentro es un mar de tristeza, la conciencia le ataca. Su única condición era que a Mabel no se le haría daño, solo sería un susto para sus padres.

El colombiano entró a la habitación. La niña le miraba asustada, aquél señor no aparentaba ser bueno.

—Mi nombre es Ramiro. ¿Me dices el tuyo?

—Soy Mabel—dijo aun asustada.

—No te voy a hacer daño—dijo el colombiano acercándose a la cama con uno de los peluches de su hija— .Él se llama Felpita, se lo regalé a mi hija cuando cumplió once años.

—¿Tienes una hija?—preguntó la niña, sentía menos miedo ahora.

—Ella no está con nosotros— confesó parándose de la cama.

—¿Algún día puedo conocerla?—dijo con inocencia.

—Seguro, pero no puedes salir de aquí. Es muy peligroso— estaba desanimado, se dio la vuelta para no mirar a la pequeña.

—¿Por qué estoy aquí si es peligroso? ¿Dónde está mi mamá y abuelos?

—Están lejos, me pidieron que te cuidara. El lugar es peligroso, pero si obedeces no lo será.

…Fin del capítulo…

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