|Capítulo 8: Torneo Anual de Kaha|

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Los Ecos del Tiempo y la Existencia otorgan oportunidades a cada alma; nadie está exento

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Los Ecos del Tiempo y la Existencia otorgan oportunidades a cada alma; nadie está exento. Se manifiestan en formas inesperadas y fascinantes. Algunos, sin embargo, lo interpretan como meras coincidencias, eventos fortuitos que ocurren sin razón aparente.

 Algunos, sin embargo, lo interpretan como meras coincidencias, eventos fortuitos que ocurren sin razón aparente

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Región Satoh, tierras de Kaha.

Las leyendas de Kaha atraían a una considerable cantidad de foráneos. La mayoría amaba debatir de la maldición que pesaba sobre los Leiers, gobernantes efímeros; víctimas de la presión o de suicidios.

Algunos afirmaban que era una venganza de los ancestros, enfurecidos por ofensas antiguas. Otros especulaban sobre una conspiración tramada por los mismos nativos de Kaha. Incluso había quienes sostenían que todo era fruto de una simple casualidad en el tejido mismo de la Existencia: una inquietante concatenación de sucesos fortuitos.

Los árboles desnudos de Satoh eran testigos del pasado turbulento.

Durante el mes de Bakwai, el Leier Sjera se alejó sin voltear la vista hacia atrás, dejando toda la responsabilidad en manos de su consejero principal, Nath Sakti. Este no se sorprendido, consciente de los dogmas arraigados Kaha.

Sobre la cima de la colina más alta, entre ruinas, Nath y Sneith contemplaban ese legado.

—¿Qué es lo que harás ahora, zerath? —averiguó el menor.

Los ojos oscuros de Nath no desistían de escudriñar la desolación que envolvía cada rincón de esos dominios, una penuria que se intensificaba con el transcurso de las estaciones. Aun así, se obligó a apartar sus reflexiones.

—Esperar, Sneith —manifestó él con un semblante sereno que contrastaba el brillo inquietante que se avivaba en su faz.

El referido se mantuvo en mutismo, fijándose en el horizonte.

El viento soltaba susurros inaudibles que parecían llevar consigo los lamentos de una región afligida. Sneith era consciente del inmenso amor que su hermano profesaba por esa tierra devastada, pero no entendía su devoción por ayudar a nativos que apenas le devolvían una mirada distante. Desde niño, había presenciado atrocidades. Sin embargo, a su percepción, sólo existía indiferencia en miles de sentidos por parte de los nativos hacia Nath.

|Una memoria perdida|Där berättelser lever. Upptäck nu