|Capítulo 24: Ataque a Kaha|

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Quizás nunca sabré las verdaderas motivaciones detrás de su devastadora decisión

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Quizás nunca sabré las verdaderas motivaciones detrás de su devastadora decisión. Pero una cosa es segura: el mundo cambió irreversiblemente. La humanidad se enfrentaba a una segunda oportunidad, un lienzo en blanco sobre el cual trazaría un nuevo camino. Pero, ¿a qué costo? ¿Valió la pena sacrificar todo lo que alguna vez fue por la posibilidad de un mañana incierto?

 Pero, ¿a qué costo? ¿Valió la pena sacrificar todo lo que alguna vez fue por la posibilidad de un mañana incierto?

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Nación Satoh, tierras de Kaha.

—¡Zerath! ¡Nath! —exclamó Sneith, exasperado. Deteniéndolo y aferrándose al brazo ajeno, prosiguió—: ¡Vamos, debes ver esto!

La calma que solía envolver al mandatario se desvaneció.

Sin dudarlo, Nath dejó de lado cualquier cuestión y se apresuró a seguirlo, sus largos cabellos trenzados ondeaban tras ellos mientras se apresuraban hacia el interior del recinto. Rompieron con la rutina establecida y descendieron por las escaleras en espiral, que conducía a los almacenes subterráneos.

Al llegar a las imponentes compuertas, se encontraron con una escena desoladora. Estas, que eran un escudo impenetrable, se hallaban destrozadas y desencajadas, como si hubieran sido sometidas a una fuerza descomunal capaz de desafiar la solidez misma del phazite. Los restos retorcidos y retumbantes yacían esparcidos por el suelo, acompañando a las grietas y marcas de quemaduras que surcaban la superficie de los fragmentos metálicos.

—Fue forzada... ferozmente —susurró el dirigente, fijándose en su hermano menor—. ¿Qué sucedió con exactitud?

—No sabemos, resulta difícil determinarlo. Y como si eso no fuera suficiente, los soldados que custodiaban los almacenes han desaparecido —comunicó Sneith con cierto grado de preocupación—. No tenemos testigos, sólo conjeturas.

La sensación de vacío en su estómago, invadió a Nath.

Con sumo esfuerzo, tragó saliva y tornó su atención hacia los portones. Chasqueó la lengua y se acercó aún más para examinarlas con minuciosidad. Se agachó, palpando los escombros y no encontró ningún rastro de Ha. Sabía que era complicado derribarlas debido al sello especial que las protegía, sin mencionar la excelente consistencia del phazite.

|Una memoria perdida|Where stories live. Discover now